La autoridad se impone, pero el respeto se gana. No es un dicho, es realidad. A cualquier “mogolele” puede dársele autoridad y quizás trate de imponerla, para que las cosas se hagan, pero si no se gana el respeto, su acción será mínima y sus subalternos actuarán a tientas, por temor o presión, mientras esté presente la “autoridad”. A diferencia del respeto, una acción que conlleva conocimiento, experiencia, sentido común, trato humanista y tantos atributos que no, necesariamente, los tiene quien impone autoridad. El respeto conlleva al “liderazgo”. Con el liderazgo se gana el aprecio, fidelidad, lealtad, honestidad, equidad y transparencia, atributos que no se compran con dinero, persecución ni amenazas de quien impone autoridad.
En Panamá llamamos líder o dirigente, a cualquier perico que pueda expresarse en público, independientemente del color de su contenido o materia encefálica; por ello cargamos con el lastre de la corrupción, donde quien puede pagar y regalar un tanquecito de gas, jamón o cinco libras de arroz, compra la conciencia del votante. Así es electo(a) y muchas veces reelecto(a).
Actualmente la autoridad de muchos jerarcas del Estado, pareciera ser respetada por su investidura, no por su accionar ni experiencia. No se les tiene respeto, no se lo han ganado, poco hacen para merecerlo y, muy por el contrario, sus acciones y forma de actuar desdicen mucho hasta de su profesionalismo, en consecuencia no hay fidelidad y mucho menos lealtad.
Históricamente, nuestras administraciones gubernamentales están llenas de profesionales tan preparados académicamente que, generalmente, no pueden ser cuestionados por ello, pero quizás su contenido intelectual es tanto que a su masa encefálica no le queda espacio para razonar y pierden hasta el sentido común o por lo menos es lo que se percibe en su actuar y en el desarrollo de las funciones administrativas encomendadas, lo que desdice mucho.
Somos de la opinión de que, por ejemplo, el señor Juan Carlos Varela, en sus discursos, pareciera dirigirse a analfabetas o ignorantes, no a una población de profesionales que podemos y sabemos hacer análisis y no nos dejamos engañar. Pudiera pensarse que así lo hace ante su Gabinete y como no están en conocimiento o capacidad de discrepar demostrándole lo contrario, se comen el cuento completito. Así nos tratan los políticos.
Pareciera que para ser escogido para cargos de jerarquía institucional hay que ser servil, incapaz o inepto. Cualquiera que demuestre capacidad puede ser considerado enemigo, porque la luz la quiere controlar quien manda y, desdichadamente, si tiene las baterías bajas, casi no habrá luz o será muy endeble.
Casos como el problema que confronta el Idaan, aunque es de vieja data, se pueden solucionar con personas que, aunque no necesariamente sean de su círculo de amigos, tengan la visión y el objetivo claro. Otro es la inseguridad que se mantiene y mantendrá, mientras los policías sigan siendo usados por el comercio privado para custodiar sus actividades, sin que importe que el policía esté de vacaciones, días libres, etc. Mientras se sigan custodiando las casas de los jerarcas institucionales, de sus hijos y parientes, así como a los maleantes de “casa por cárcel”, se descuidará la seguridad pública del resto de la ciudadanía.
¿Qué decir de la basura? Es un tema de nunca acabar, máxime cuando se falta a la palabra empeñada.
La Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario (AAUD) debió desaparecer y devolver todo su presupuesto y administración al Municipio de Panamá, que a la fecha ha demostrado mucho más capacidad que la AAUD.
Lo dejo de este tamaño, por el momento. ¡Dios te salve, Panamá!

