Introducción
La integración de los servicios de salud en Panamá no será posible si antes no se resuelve un problema de fondo: la desconfianza. Desconfianza de los profesionales hacia las autoridades, de los pacientes hacia el sistema y de la ciudadanía hacia la capacidad del Estado de cumplir sus promesas. Sin confianza, cualquier propuesta de reforma será vista como un ejercicio retórico o como un instrumento político más.
1. Un ambiente de tensiones que alimenta la desconfianza
En las últimas semanas se han multiplicado las denuncias dentro de la Caja de Seguro Social. Primero fueron los neurocirujanos, que alertaron sobre la falta de insumos y condiciones mínimas para operar. Luego, una hepatóloga en la Ciudad de la Salud presentó su renuncia irrevocable, denunciando abusos de autoridad y un ambiente laboral hostil. Más recientemente, los gastroenterólogos de la CSS expusieron problemas similares: escasez de insumos y deterioro de infraestructura.
A esto se sumó el comunicado del Colegio Médico de Panamá, que rechazó un anteproyecto de ley por considerarlo una criminalización del acto médico. Para los gremios, dicha iniciativa desconoce la diferencia entre errores inevitables de la práctica clínica y negligencia real, aumentando la percepción de hostilidad contra el personal de salud.
Estos episodios demuestran que la distancia entre autoridades y profesionales no es un tema abstracto: se alimenta día a día con hechos concretos. Mientras esa brecha persista, cualquier intento de hablar de integración sonará vacío.
2. La confianza de los profesionales de salud
Médicos, enfermeras, técnicos y administrativos sostienen el sistema, muchas veces con recursos precarios y en condiciones laborales adversas. Sin embargo, enfrentan atrasos en el pago de beneficios, sobrecarga de trabajo y falta de respeto a su labor.
Si no se atienden estas carencias básicas, no habrá gremio dispuesto a creer en promesas de integración. Más aún: la desconfianza se convertirá en un terreno fértil para la protesta y la resistencia.
La integración requiere un nuevo pacto con los profesionales de la salud basado en tres principios mínimos:
Respeto a su labor.
Condiciones de trabajo dignas.
Sustitución de enfoques punitivos por mecanismos de calidad, auditorías y certificación.
3. La confianza de la población
Del lado de los pacientes y asegurados, la situación tampoco es alentadora. Enfrentan largas listas de espera, desabastecimiento de medicamentos y falta de acceso a especialistas. Muchos cotizantes de la CSS, a pesar de pagar mensualmente sus cuotas, recurren a servicios privados para resolver lo que el sistema público no garantiza.
Los planes piloto de integración deben demostrar con resultados visibles que esta realidad puede cambiar. Lo básico es lo que más cuenta: medicamentos disponibles, reducción de listas de espera, quirófanos funcionando y una atención primaria capaz de resolver la mayoría de los problemas sin hospitalización.
4. Lecciones internacionales: lo que funciona y lo que no
La experiencia internacional ofrece contrastes que Panamá no puede ignorar. Costa Rica y Uruguay son ejemplos exitosos: sistemas integrados, financiamiento sólido y gasto de bolsillo reducido para las familias. Cuba —y no comparto su visión política—, pese a la precariedad de su economía y determinantes sociales adversos, ha mantenido indicadores aceptables gracias a una fuerte red preventiva. No se trata de ideología, sino de evidencia: la prevención puede sostener la salud pública incluso en contextos difíciles.
En el otro extremo, Guatemala refleja lo que ocurre cuando el Estado no invierte lo suficiente: en 2021 destinó apenas 2.3% del PIB al gasto público en salud, dejando más del 60% del financiamiento en manos de los ciudadanos. El resultado: cobertura limitada y esperanza de vida menor al promedio regional.
Panamá, con muchos más recursos, no puede seguir gastando cerca del 10% de su PIB en salud para obtener resultados mediocres. Está en una encrucijada: o fortalece la prevención y la integración, o seguirá pagando caro por un sistema que no responde.
5. Tensiones políticas concomitantes
La desconfianza no solo proviene de hospitales y gremios. El clima político añade ruido constante. Proyectos de ley mal diseñados, declaraciones públicas que enfrentan al sector privado con el público, pugnas entre la CSS y el MINSA, y rivalidades interhospitalarias generan un ambiente hostil que entorpece cualquier intento de integración.
Si las autoridades no logran separar el debate sanitario de la coyuntura política, corren el riesgo de desperdiciar una oportunidad histórica para transformar el sistema.
6. Un llamado a deponer antagonismos
La integración de la salud no puede construirse sobre la base del antagonismo. MINSA, CSS y profesionales de la salud deben deponer la política pequeña, las imposiciones y la confrontación. La ciudadanía no puede seguir atrapada en un sistema que, en lugar de atenderla con dignidad, le ofrece precariedad, maltrato y desconfianza.
Hoy el país tiene la oportunidad de hacer lo necesario. No se trata de imponer modelos, sino de generar consensos básicos en torno a lo que la gente exige: acceso, medicamentos, atención primaria sólida y hospitales que funcionen. Si no se aprovecha este momento, la fragmentación seguirá cobrando vidas y profundizando la crisis.
Conclusión
La integración de los servicios de salud en Panamá no será viable sin confianza. Y la confianza no se decreta: se construye con hechos concretos, con respeto a los profesionales, con resultados visibles para los pacientes y con un liderazgo político capaz de mirar más allá de un período de gobierno.
El país no puede seguir atrapado en un sistema costoso e ineficiente. Los actores del sector salud deben entender que el verdadero adversario no es el otro gremio ni la otra institución, sino la precariedad que vive la población día tras día. Integrar es responder al mandato constitucional, pero, sobre todo, es un acto de justicia social.
“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el líder arregla las velas”.
—William Arthur Ward
Seamos líderes.
El autor es neurocirujano.

