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Sindicalismo panameño: lo que Winston Robles vio venir hace 50 años

Hace más de cincuenta años, cuando cursaba el tercer año de Derecho en la Universidad de Panamá, al margen de la clase de Filosofía del Derecho que impartía el Dr. Winston Robles (q.e.p.d.), en una ocasión nos compartió su opinión sobre el sindicalismo panameño. Concluyó que la dirigencia sindical de ese entonces parecía no comprender cuál era el objetivo fundamental del sindicalismo, su propósito teleológico. Lo decía porque lo que observaba en la acción de los sindicatos parecía orientarse, palabras más, palabras menos, hacia la destrucción del tejido empresarial, en lugar de propiciar la optimización de la relación laboral en beneficio de todos: empleadores y trabajadores.

Más de medio siglo después, a mi parecer, la opinión del Dr. Robles tristemente se confirma sin desperdicio alguno.

En cuanto al desenfoque del sindicalismo panameño, hoy se puede advertir que el sindicato de mayor peso específico en el país, el Suntracs, lleva décadas teniendo como principal objetivo hacerse sentir como grupo de presión política y, más aún, como actor de participación política. Esto último, a pesar de que desde su primera incursión, ya hace décadas, ha tropezado de forma reiterada con el mismo obstáculo: el rechazo del electorado a todos los candidatos que ha postulado para puestos de elección popular.

El accionar más reciente del Suntracs, ocurrido este mismo año, tuvo un propósito tan exclusivamente político que la gran mayoría de sus miembros —me atrevería a decir que el 99.9%— desconocía por completo las razones de la protesta. Solo atinaban a repetir que estaban en contra de un número: la Ley 462. Nada más.

Para concluir, y recordando una vez más al Dr. Robles, no puedo dejar de señalar lo que ocurre actualmente en Bocas del Toro, donde el Gobierno Nacional procura con todo empeño que la empresa bananera retome sus operaciones. Resulta incomprensible cómo una dirigencia sindical, si así se le puede llamar, considera oportuno armar un conflicto con la empresa justamente antes de reiniciar labores. A todas luces, el propósito parece ser arrodillar a la empresa para negociar con comodidad y ventaja, mantener la presión política contra el Gobierno, o ambas cosas a la vez.

¿Qué clase de fanatismo ciego transmiten estos supuestos dirigentes a miles de extrabajadores que perdieron sus puestos de trabajo para seguir empeñados en acabar con la empresa? ¿Acaso nada les enseñó el caso de Puerto Armuelles, ni siquiera su propia experiencia reciente?

Para mí, nunca puede ser justo tratar de igual manera a quienes son desiguales. No debe ser la misma la carga laboral para el dueño de un quiosco —economía de subsistencia— que para el dueño de una gran empresa con cientos de trabajadores. De igual forma, si la economía de Bocas del Toro depende hoy fundamentalmente de dos actividades, turismo y producción bananera, ambas deben contar con protección legal especial. Con cada huelga, legítima o no, se amenaza y compromete el presente y el futuro de toda la provincia, afectando no solo a los extrabajadores, sino también a las nuevas generaciones.

Espero que el Gobierno Nacional logre que la empresa bananera regrese a Bocas del Toro. Pero si la potencial mano de obra no ayuda en este empeño, al menos que no estorbe.

El autor es abogado.


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