En Panamá, la palabra “soberanía” suele despertar un sentimiento de orgullo nacional, especialmente cuando se menciona en el contexto del Canal de Panamá, símbolo de lucha, identidad y victoria diplomática. Sin embargo, la soberanía de una nación va mucho más allá de la posesión de su territorio o infraestructura estratégica.
Existen otras formas de soberanía igual de fundamentales: la alimentaria, la educativa y la de la salud, entre otras. Estas también son esenciales para garantizar una vida digna, autónoma y sostenible para la población. Lamentablemente, los gobiernos panameños, uno tras otro, han prestado poca atención a estas formas de soberanía, afectando directamente el bienestar del pueblo.
¿Qué es la soberanía y cuándo se defiende?
Soberanía significa el poder de un Estado para gobernarse a sí mismo sin interferencias externas, pero también implica la capacidad de proteger y garantizar los derechos fundamentales de su población. Se defiende cada día, en cada decisión política, económica y social que pone primero el bienestar nacional. No se limita a fechas históricas ni a discursos patrióticos, sino que se ejercita cuando se asegura que el pueblo tenga acceso a una alimentación adecuada, una educación de calidad y un sistema de salud digno.
El Canal de Panamá: símbolo de soberanía… ¿y el resto?
Es justo sentir orgullo por la soberanía ejercida sobre el Canal. Es un activo que pertenece a todos los panameños, y su recuperación fue una muestra ejemplar de lucha nacional. Sin embargo, este ejemplo debe servir como referencia para defender también otros ámbitos de soberanía que están hoy en riesgo o, peor aún, olvidados.
Soberanía alimentaria: ¿quién cultiva lo que comemos?
La dependencia de alimentos importados es una amenaza directa a nuestra soberanía alimentaria. El abandono del agro, la falta de apoyo al productor nacional y la especulación en los precios de los alimentos son síntomas de una crisis silenciosa. Defender la soberanía es, también, sembrar nuestra tierra y apoyar a quienes la trabajan.
Soberanía educativa: ¿quién decide lo que aprenden nuestros jóvenes?
La educación debería formar ciudadanos críticos, capaces y conscientes. Pero cuando el sistema educativo está desactualizado, subfinanciado o manipulado políticamente, pierde su rol soberano. La dependencia de modelos extranjeros o de intereses particulares impide que los panameños construyan su propio camino con pensamiento libre y formación sólida.
Soberanía de la salud: ¿podemos confiar en nuestro sistema sanitario?
La salud no puede estar sujeta al lucro ni a la corrupción. Un país soberano debe garantizar el acceso a servicios médicos dignos y eficientes. Si el pueblo muere esperando una cita médica o buscando medicamentos básicos, no se está ejerciendo soberanía sanitaria.
La verdadera soberanía se defiende todos los días, no solo en los libros de historia. Se defiende cuando un país es capaz de alimentarse, educarse y sanar por sí mismo. Por eso, en Panamá, la honestidad en la política no puede ser una opción: debe ser una obligación. Porque un político deshonesto es, en esencia, un traidor a la soberanía. Y si exigimos que el Canal esté en manos panameñas, también debemos exigir que la comida, la salud y la educación estén en manos de políticas justas, transparentes y patrióticas.
Solo así seremos verdaderamente libres y soberanos.
El autor es abogado.
