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Soberanía nacional

Un país que luchó contra la colonización, la opresión, la desigualdad racial y la explotación de recursos naturales —los cuales eran exportados para aumentar las riquezas de extranjeros—; una nación que gestó y predicó el anticolonialismo en América, lo cual fortaleció el nacionalismo territorial y contribuyó al surgimiento de la Doctrina Monroe, que no es más que: “América para los americanos”.

Sin embargo, de proteger a los países del continente, Estados Unidos empezó a desvirtuar lo que significa y conlleva ser un país protector y amigo, transformándose en un Estado que, producto de su fortaleza militar, ideológica y de influencias, comenzó a “colonizar democráticamente” o, por medio de “memorándums de entendimiento”, a ocupar estratégicamente parte del territorio de países aliados, incluso de una nación neutral y constitucionalmente sin fuerza militar.

Una paranoia, mezclada con una dicotomía en cuanto a la aplicación del control ideológico y geopolítico frente a relaciones comerciales legítimas entre Panamá y la República Popular China —negocios que mantienen la mayoría de los países del mundo, incluyendo a los propios estadounidenses—, es satanizada por estos mismos, tomando como pretexto que el Canal de Panamá está supuestamente operado por China y no por manos panameñas.

Resulta contradictorio que un país que luchó a favor de la independencia y soberanía de las naciones, expulsando a los colonizadores europeos de nuestras tierras, practique lo mismo en pleno siglo XXI. A manera de ejemplo, durante el siglo XX, el entonces presidente de la República Democrática de Vietnam (Vietnam del Norte), Ho Chi Minh, envió una comunicación al secretario de Estado de Estados Unidos, Robert Lansing, solicitando apoyo para asegurar la liberación de Vietnam del control colonial francés. Sin embargo, la solicitud no prosperó.

Si analizamos el principal motivo de Ho Chi Minh para buscar el respaldo del gobierno estadounidense, este nace de la teoría anticolonialista que Estados Unidos había expresado al mundo. Pero el resultado fue un revés fatal: favorecieron a los franceses. Dichas incongruencias en la política exterior envían un mensaje claro a la ciudadanía panameña: al final de la jornada, cada país actuará conforme a su Raison d’État.

De este modo, Panamá debe sostener una política internacional apegada a cada cláusula del Tratado de Neutralidad, y mientras no exista incumplimiento por parte de la República de Panamá, no hay razón alguna para permitir bases militares o acuerdos que comprometan nuestra soberanía. En cierto modo, el Canal de Panamá no requiere defensa extranjera: requiere respeto.

El autor es abogado y estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de Panamá.


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