Panamá ha sido históricamente un punto central de enlace, intercambio y desarrollo para el mundo. Desde el surgimiento del Istmo, este país centroamericano ha jugado un papel fundamental en la conexión de las Américas, manteniendo una postura a favor del beneficio global. Ese carácter le ha permitido consolidarse como puente pacífico entre naciones y civilizaciones.
Sin embargo, la conectividad que la República de Panamá ofrece al mundo va mucho más allá de lo logístico o comercial. El verdadero valor de las relaciones —cualquiera sea su naturaleza— radica en el impacto de la facilitación del comercio mundial y de la interconexión global. Todo ello ha sido posible gracias al efecto histórico de la política exterior panameña, basada en el principio de neutralidad y en la apertura al libre comercio.
Con el tiempo, Panamá se convirtió en un punto de referencia para los llamados de unidad y desarrollo de las recién independizadas naciones del continente. El siglo XIX atestiguó el creciente interés de personalidades y potencias internacionales que fijaron su mirada en el Istmo: su potencial y su capacidad de adaptarse al cambiante comercio global. Simón Bolívar convocó a las repúblicas hispanoamericanas al Congreso Anfictiónico de 1826, cinco años después de nuestra independencia de España y de la unión voluntaria a la Gran Colombia. Bolívar ya había descrito al Istmo como “centro del Universo”, exaltando la libertad y la voluntad de este país.
El Congreso Anfictiónico fue, sin duda, un paso necesario hacia el ideal unificador del hemisferio. Aunque no cumplió plenamente las aspiraciones de Bolívar, sirvió de antecedente para la posterior Organización de Estados Americanos (OEA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). A la vez, puso en evidencia aspectos clave de la política exterior panameña: la neutralidad y la comunicación.
Desde sus primeros pasos, Panamá comprendió que su ubicación geopolítica estratégica exigía evitar conflictos militares y políticos que pudieran afectar su estabilidad interna. Con la consigna de “neutralidad en Panamá, neutralidad en el mundo”, el Istmo afianzó su papel como puente de comunicación y comercio. Ya en el siglo XIX, consolidaba una política exterior orientada a no alinearse con bloques ideológicos o militares, manteniéndose como actor clave en la cooperación regional y económica, sin comprometer su soberanía, aun entre potencias como Colombia, Francia y Estados Unidos.
Hoy, en medio de una época convulsa en las relaciones internacionales, Panamá tiene la oportunidad de reimaginar su rol en el mundo. Para ello, es vital adoptar una estrategia nacional clara, que guíe al Ministerio de Relaciones Exteriores y a las misiones diplomáticas. Esa estrategia debe ser pública y consensuada con empresas y agrupaciones civiles con presencia en el exterior, y también resonar en nuestras universidades, para que el sector académico prepare a los futuros diplomáticos en negociación y defensa de los intereses panameños.
Nuestra identidad está marcada por el comercio mundial, pero también por ser escenario de negociaciones de paz, como en el Grupo Contadora o la Cumbre de las Américas de 2015, cuando Estados Unidos y Cuba retomaron el diálogo tras décadas. Este legado puede articularse en tres pilares de una estrategia nacional:
Una América más unida y sólida. Panamá debe promover el panamericanismo y la unidad continental, hoy debilitados. Su papel en el Consejo de Seguridad y su ingreso al Mercosur ofrecen una coyuntura clave.
Una Centroamérica decidida. Urge definir posiciones frente al SICA y al Parlacen, exigiendo estándares mínimos para que la integración política y económica funcione. Como en la experiencia europea, la integración debe ser gradual y con instituciones eficaces.
Un Panamá coherente y firme. El país debe actuar con consistencia en organismos internacionales como la ONU, el Consejo de Seguridad o la OMI, basando sus votos e iniciativas en los intereses nacionales, sin improvisaciones.
En síntesis, la historia demuestra que mientras más se involucra Panamá en el mundo, mejor le va. No podemos aislarnos ni limitarnos a seguir el ritmo de las potencias. Nuestro reto es consolidar, con visión y coherencia, la privilegiada posición de Panamá en la esfera global.
Credidío es internacionalista y estudiante de Derecho y Gomez es estudiante de Derecho y Relaciones Internacionales.


