Inversiones —mejor dicho, proyectos de inversión pública— que pudieran exceder los $10,000 millones en los próximos diez años, es lo que actualmente se está barajando para sacar a Panamá del letargo económico, generar crecimiento, empleo y recuperar la importancia logística que se ha perdido.
En una nota publicada el 25 de julio de 2025 —y no está claro si es atribuible al Ministerio de la Presidencia— se cita: “Se estima que este proyecto generará más de 300 mil empleos”. Repito: 300,000 empleos. Si esto fuera así, entonces se acabó el desempleo en Panamá, fluirá el “chen chen” y vamos “con paso firme” encaminados a un crecimiento económico envidiable.
El 8 de agosto de 2025 se presentarán las propuestas relacionadas con el proyecto “Rehabilitación, Mejora y Mantenimiento de la Carretera Panamericana Oeste”, una carretera pavimentada de 192 kilómetros que se extiende desde Loma Campana hasta Santiago. Entre las empresas precalificadas se encuentra China Harbour Company Ltd. Su experiencia profesional, acompañada de su músculo financiero, la convierte en la estrella entre los precalificados.
Las probabilidades de que a China Harbour Company Ltd. se le otorgue el proyecto en buena lid parecen ser mínimas, por situaciones “muy criollas”, entre las cuales podemos mencionar la interferencia extranjera —que ha denominado a China como “influencia maligna”— y, por otro lado, los posibles acuerdos bajo la mesa, como “licita un precio bajo que con las adendas nos arreglamos”, que ha sido el modus operandi tradicional en estos proyectos licitados. Ya lo sabremos el 8 de agosto, cuando se abran los sobres.
Otro de los proyectos de inversión pública que está avanzando es el del tren Panamá-David, y algo se está cocinando. El 21 de julio de 2025, a solicitud del secretario del Ferrocarril Panamá-David, este se reunió con el embajador de Estados Unidos. No sabría decir si fue para pedir permiso o esperar instrucciones, pero al final de la reunión, en la cuenta de X de la embajada se publicó: “Reunión productiva con Henry Faarup del ferrocarril Panamá-David. Compartí el interés de empresas estadounidenses en invertir en este proyecto transformador, en línea con la visión del presidente Trump de generar oportunidades para Estados Unidos en la región y fortalecer los lazos entre Estados Unidos y Panamá”.
Hay que ser ingenuo para tomar como buenas esas palabras de “fortalecer los lazos entre Estados Unidos y Panamá” cuando su misión es la de recuperar el canal, según afirmación que le hizo al presidente Trump y que fue definitiva en su designación. Sobre “en línea con la visión del presidente Trump”, la verdadera visión es apropiarse de nuestro canal. Aquí vemos dos claros ejemplos de “lengua partida”.
Un proyecto de esta magnitud atrae a muchos interesados que pudieran participar, ya que se trata de cifras considerables, que rondarían los $4,000 millones. El Estado ha mencionado que la construcción estaría prevista para iniciar en 2026, por lo que habría que pisar el acelerador, a menos que, “por urgencia notoria”, se le otorgue por contratación directa a los gringos, independientemente de que haya empresas más calificadas tanto en Europa como en China, que ha instalado miles de kilómetros de rieles en muchos lugares, y no existe en otro país ninguna que le llegue a los talones.
Al ser consultado el secretario del ferrocarril sobre posibles restricciones para la participación de empresas de países como China en la licitación, señaló que en Panamá existen leyes que deben cumplirse y declaró: “Cuando llegue el momento, se verá”. Esta es una respuesta muy vaga, como si tuviera que pedirle permiso a alguien que se entromete en los asuntos internos de Panamá y, a la vez, pone en cuestionamiento nuestra soberanía.
En la apertura de sobres del 8 de agosto, correspondiente a la licitación “Rehabilitación, Mejora y Mantenimiento de la Carretera Panamericana Oeste”, en la que participa una empresa china, nos daremos cuenta de la mecánica con las empresas chinas.
Sobre otros proyectos, tales como el gaseoducto, los puertos de Cristóbal y Balboa, Rodman e Isla Margarita, los comentaré en otra ocasión. Ahora quisiera dedicar unas líneas al presupuesto de casi $35,000 millones aprobado en Gabinete, ya que la disciplina fiscal es la que aseguraría el cumplimiento para lograr ese crecimiento económico, empleo y materializar esos programas de inversión.
Sin el ánimo de criticar casos puntuales, en el presupuesto 2026 llama la atención que se necesitan cerca de $8,000 millones para el servicio de la deuda, incluyendo intereses; es decir, aproximadamente un 23%. Las planillas de más de 250,000 funcionarios públicos representan $6,000 millones en salarios, otro 17%. Estos dos renglones consumen el 40% del presupuesto de $35,000 millones, lo que representa una carga pesada que merma la capacidad de asignar recursos a inversiones y servicios para la población.
El presidente Mulino anunció que el déficit fiscal para el año 2025 se reduciría del 7.35% del PIB en 2024 a 4%, pero analistas internacionales piensan que estará más cerca del 7%, lo que indica que Panamá tendrá que endeudarse más antes de fin de año para poder satisfacer sus necesidades de financiamiento.
Tenemos que reconocer que Panamá tiene graves problemas financieros y que posee un nivel bajo dentro del grado de inversión, lo que causará que los bonos o el endeudamiento externo nos cuesten más. Si el servicio de la deuda incluido en el presupuesto 2026 representa el 23%, y el gasto en planillas otro 17%, nos estamos quedando sin gasolina para cumplir con ese ambicioso programa de inversiones previsto para los próximos años.
Nos dolerá en carne viva haber sucumbido ante la presión de Gringolandia para abandonar el programa de la Ruta de la Seda.
El autor es ciudadano.

