ÉMULOS. En la audiencia del pasado sábado, los abogados de Genaro López recitaron su cuadrícula médica: hipertensión, dislipidemia, prediabetes, lumbalgia, dolores de cadera, estreñimiento… Martinelli debe haber escrito un manual, porque todos están siguiendo las mismas prácticas para evitar ir a prisión: Saúl huyó a una embajada y a Genaro ya le salieron todos los achaques. No aportó una prueba de embarazo porque, claro, no podía.
ROJO. A propósito de Genaro López, este reconoció ante el juez que el sindicato “hizo” la cooperativa, “porque en la construcción se presta mucho dinero”. ¿No se supone que una cooperativa pertenece a sus socios, y que ni el sindicato ni la empresa para la que laboran deberían tener injerencia o formar parte de ella? El artículo 9 de la Ley 17 de 1997 prohíbe a las cooperativas conceder ventajas a sus fundadores, directores o administradores. Por cierto, tiene gracia lo de Saúl Méndez: tantas ganas de quedarse con las fincas de Red Frog, para luego ir a refugiarse en Bolivia, que ni siquiera tiene playas.
REDES. Martinelli anunció que sus empresas se expandirán “pronto en Colombia”. ¿Se refiere al Super 99? A estas alturas, ya no se sabe si está hablando de una sucursal del supermercado o de una lavandería.
PATALETA. Los mensajes confusos que han enviado ciertos funcionarios estadounidenses parecen estar causando en algunos ciudadanos de ese país la impresión equivocada de que Panamá se ha convertido en una posesión de Estados Unidos en ultramar. Un tal Wagner —y no es Robert, el actor— irrumpió en la AMP presumiendo de supuestas conexiones en la Casa Blanca y exigiendo recomponer los asuntos de una empresa a la que recientemente se le ordenó desalojar un espacio público que ocupa en isla Perico, Amador. Seguramente, en su país, ningún funcionario le aguanta ese tipo de patanerías a nadie. Solo le faltó llegar a caballo y desenfundar dos pistolas. Hay gente a la que le vendría bien una lección sobre el significado del tráfico de influencias y, de paso, una copia de la ley de prácticas corruptas en el extranjero.
MENSAJERA. Asumiendo que sea cierto que a Mireya Moscoso le contaron del presunto plan para “tumbar” a José Raúl Mulino, no hay que ser un genio para saber que, al compartir semejante infidencia con alguien que ha tenido un papel influyente hasta en la banda presidencial utilizada en la toma de posesión y que, además, es madre del actual representante permanente adjunto de Panamá ante Naciones Unidas, en realidad le estaban enviando un mensaje directo a oídos del presidente. ¿Con qué propósito lo hicieron? ¿Sabían más que la inteligencia del Estado o ya el cuento lo sabía el presidente?
