ACLARACIÓN. Ayer, en esta columna, se dijo que el exdirector del Ifarhu, Bernardo Meneses, “tendría una propiedad en Santa María, en la torre denominada Mansión Fendi”. El administrador del proyecto replicó que eso es falso y que, además, atenta contra su reputación. Ahora, a otra cosa, mariposa.
DISPUTA. La diputada Janine Prado anunció su interés en presidir la Comisión de Gobierno de la Asamblea. ¿Eso ya lo sabe Camacho? Porque RM ha exteriorizado su intención de mantener el control de esa instancia. Es tan evidente para qué la quieren que no vale la pena ni escribirlo.
DIETA. Varios miembros de la bancada de Vamos han dicho que hay que “reducir el tamaño de la Asamblea”. Podrían empezar por eliminar algunas comisiones, aprovechando que van a trabajar en las modificaciones al reglamento interno de ese órgano. También sería buena idea prescindir de la clínica parlamentaria. O reemplazarla por un psiquiátrico. Así, por lo menos, harían un mejor uso de los fondos.
AVISTAMIENTO. Ayer llamó la atención la presencia de Balbina Herrera en las oficinas del Primer Distrito Judicial, durante la comparecencia de Bernardo Meneses ante el juez de garantías. Qué se le habrá perdido por allá…
ALADINO. A propósito de Meneses, el exdirector del Ifarhu reportó ante el Tribunal Electoral que su campaña política fue financiada con recursos propios. En el informe de ingresos y gastos sufragados con financiamiento privado, Meneses declaró bajo juramento que gastó $12,608.70 en las elecciones generales y $11,906.70 en las primarias. En total, $24,515.40, de los cuales él aportó $23,006.70. El resto corresponde a “donaciones en especie”. O es un genio o se encontró una lámpara.
BARRACUDA. El pasado lunes en la noche, el salón principal de Acha, en Costa del Este, se tornó muy interesante. En una mesa estaba el canciller (y copropietario del restaurante), Javier Martínez Acha, conversando con sus invitados, cuando entró el diputado Camacho. El canciller decidió moverse a la mesa en la que estaba Camacho, solo. Ahí hablaron por casi cinco minutos; luego, el canciller regresó con sus invitados y Camacho se retiró. No sabemos qué es más pestilente: el aroma del marisco o una conversación entre el lugarteniente del asilado y el rector de nuestra política exterior.
