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Tres retos y un modelo de política cultural

Uno de los principales retos que tendrá el próximo gobierno será presentar un modelo de política cultural que se ajuste a la realidad del desarrollo. Cómo se planteará y aplicará esta política puede resultar poco importante para otros sectores y para la comunidad en general que tienen otras emergencias; sin embargo, la cultura es uno de los ejes transversales de un país que, de muchas maneras, está implícita en el sistema socioeconómico, la ideología, las creencias y la ciencia.

Para todos los agentes y mediadores que son parte del entramado del escenario cultural es muy importante saber cuáles serán las propuestas de los candidatos para confrontar el tema cultural desde su problemática institucional, administrativa y económica. La experiencia que tenemos es que en los últimos años estos aspectos técnicos de la política cultural no han sido superados ni mejorado.

Esta política cultural debe nacer en el marco de las necesidades y realidades del país. Por los referentes, no hay problema, los tenemos. Solo hay que revisarlos y compararlos con la problemática de la realidad actual.

Tenemos la memoria de 539 páginas del Primer Encuentro Nacional de Política Cultural de 1983. Incluso hay uno de 1974, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco): Política Cultural de la República de Panamá. Y en 1999 otro documento más compacto con 54 páginas que nació del Segundo Encuentro de Política Cultural con el título de Lineamientos para una política cultural del Estado panameño.

Para el año de 2008 el Instituto Nacional de Cultura volvió a revisar la política cultural vigente y además se creó el primer borrador que sería la base de la Ley General de Cultura que anduvo de aquí para allá vagando como ánima en pena. Este documento planteaba la necesidad de crear un Ministerio de Cultura, que tiempo después se haría realidad. En la actualidad, se trabaja en el Plan General de Cultura.

Para muchos la creación de un Ministerio de Cultura era la fórmula para que el sector dejase de ser la cenicienta del Estado. Sin embargo, y lo escribimos en una ocasión, sin una reingeniería en materia de política cultural y política-política, la nomenclatura de Ministerio solo será una solución cosmética que no resolverá el problema del desarrollo cultural y seguirá siendo eso, un problema. La creación del Ministerio de Cultura no fue mala cosa, lo malo fue que se creó una entidad más que se sumó a un desfile de instituciones que aún no aprenden a hacer sinergia entre ellas.

El primer punto que quiero tocar, con la esperanza de que la próxima persona que llegue al Palacio de Las Garzas tenga la misericordia de atender, es que es vital trabajar de forma articulada para curarnos de una enfermedad al heredar el poder. Me refiero a que cada vez que hay un cambio de gobierno se crean territorios feudales que, en vez de trabajar juntos como instituciones por un solo país, pareciera que hay una competencia de feudos que no aportan absolutamente nada al país.

El segundo punto que quiero tocar es cómo variables como los valores, el conocimiento, las creencias, los sentimientos, la identidad, la creatividad, la imaginación, la ciencia, es decir la cultura, son fundamentales para la correcta función de las instituciones democráticas y el desarrollo. La crisis institucional que estamos pasando es también una crisis de la cultura política. El carácter de la cultura política nacional está muy relacionado con los valores y creencias que, si están orientados de forma vertical, si no no están dimensionados horizontalmente, pueden crear más desigualdad, y, aunque se den en un estado de derecho, son antidemocráticos. La única forma de que la cultura y la política beneficien la igualdad, la equidad y los derechos es cuando favorecen el desarrollo democrático desde un compromiso ético y cívico.

Esto me lleva al tercer punto que quiero rescatar que sin duda es el más importante que debe tener en cuenta la próxima persona que gane la presidencia. La cultura como un derecho. Un derecho vital como lo es el agua, como decía Jesús Martín-Barbero. La imagen del agua nos viene bien en esta ocasión porque si el agua es pensada como un derecho es porque es vital y la cultura es un derecho que también es vital. Muchos no entienden esto, pero Martín -Barbero nos ayuda a verlo cuando dice que la cultura no es solo lo que hacen los artistas, también es lo que hace la gente en los espacios públicos y por eso la cultura está implícita en la vida cotidiana de la gente.

En pocas palabras, la cultura es esa dimensión transversal que está en todas las esferas del conocimiento y por eso no podemos trabajar desarticulados de los procesos culturales que pueden aportar a otros sectores. Por eso las políticas públicas sociales de desarrollo deben articularse con las políticas culturales. La cultura contribuye al desarrollo del país y aporta de muchas formas a la economía y por eso urge un modelo de política cultural que integre lo social, lo político, lo científico y lo económico.

El auto es escritor



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