Exclusivo Suscriptores

Un árbol para todos

Quiero dedicar mi último artículo del 2025 a un tema especial. En el ecosistema de la realidad panameña, sobre todo en el sector público, hay muchas notas de desencanto, pero esto no significa que no haya acciones que construyan esperanza y posibilidades de proyectos que mejoren la calidad de vida de la gente.

El Plan Nacional de Culturas (PNC) que lleva a cabo el Ministerio de Cultura desde la Dirección de Derechos Culturales y Ciudadanía de esta institución es un tema que necesita posicionarse en la agenda del Estado por su especial importancia, porque la cultura es un eje transversal que se cruza con todos los sectores de la sociedad.

El valor de la cultura va más allá del concepto de espectáculo que a veces se tiene de ella. No es un accesorio ni un adorno, sino el espíritu que le da sentido a todo lo que hace la gente; la cultura está implícita en la vida cotidiana de todos y por eso, como país, necesitamos tener una ruta, una guía, un mapa con visión y propósitos.

El PNC es esa hoja de ruta estratégica. Debemos destacar que es un pacto social renovado entre el Estado y la ciudadanía. Es un documento integral, fundamentado en un enfoque de derechos humanos, que articula políticas y líneas de acción para el sector cultural.

Los propósitos de PNC los podríamos resumir en tres dimensiones. La democratización de la cultura, que consiste en eliminar barreras geográficas y económicas para que la cultura sea un derecho de todos y no un privilegio; salvaguardar el patrimonio, para proteger la riqueza material e inmaterial, desde sitios arqueológicos hasta lenguas indígenas y tradiciones; y el fortalecimiento de la institucionalidad, que permite que el Ministerio de Cultura, como ente rector, pueda gestionar políticas descentralizadas con transparencia.

Como mencioné antes, la cultura es un elemento transversal implícito en la cotidianidad que impacta todas las áreas de la vida nacional.

Desde el desarrollo económico, cuando se impulsa a las industrias culturales y creativas, que generan empleo y fomentan la innovación.

Desde el bienestar y la salud que reconoce el uso de las artes -la musicoterapia, el teatro y la lectura- como herramientas para la salud mental y la cohesión social.

Desde la educación, cuando la enseñanza artística o una biblioteca son espacios para fomentar la conexión con la creatividad y la acción cívica que cultivan la sensibilidad social y el pensamiento crítico.

Podemos mencionar varios argumentos que defiendan el PNC, pero basta con cinco de ellos. En primer lugar, el PNC ayuda a garantizar los derechos humanos. La cultura es un derecho fundamental universal; el Plan asegura que el Estado cumpla su deber de garantizar el acceso, la creación y la libre expresión de todos los ciudadanos.

Panamá es una nación multiétnica; un PNC permite salvaguardar las cosmovisiones indígenas y el legado cultural de las diversas culturas para evitar que se pierda el tejido esencial del “tapiz nacional”.

La cultura es un catalizador para los Objetivos de Desarrollo Sostenible, porque aporta a la inclusión social, el crecimiento económico y la acción climática mediante saberes tradicionales. El PNC podría ayudar a gestionar esa sabiduría para que las comunidades puedan compartir el valor de sus tradiciones.

Al fomentar el diálogo intercultural y la participación comunitaria, el PNC actúa como una herramienta de transformación social que reduce desigualdades y promueve la convivencia pacífica y la cohesión social. El PNC busca dignificar el trabajo de artistas y gestores, creando marcos de protección social y remuneración justa, lo que estabiliza el ecosistema creativo del país.

En la tradición del pueblo Gunadule hay un relato que conozco gracias al Dr. Aiban Wagua. La narrativa ancestral habla del Baluwala o árbol de la sal. Desde ese relato los gunas pueden realizar un análisis de la realidad global y local, donde se expone cómo los bienes de la Madre Tierra (Nabgwana) han sido secuestrados por figuras de poder que generan desigualdad, hambre y miedo.

La sociedad panameña puede entenderse bajo el esquema del árbol de Baluwala, porque representa un sistema donde la inequidad ha lastimado la dignidad colectiva. Los peligros que acechan a este árbol social son los monstruos del egoísmo, la corrupción y la indiferencia. Defender la cultura implica talar el árbol, podar sus ramas como un proceso de autoliberación colectiva donde la sociedad recupera su capacidad de organización.

La cultura debe ser un árbol de raíces y tronco fuerte que permitan que todos puedan alcanzar sus ramas. Solo queremos compartir una inquietud. Cuando el PNC esté listo no se debe permitir que los gobiernos futuros sequen este árbol como suele suceder en cada cambio de gobierno. Será menester tomar medidas desde la Ley de Cultura y la Constitución para que esto no ocurra y podamos todos comer de los frutos del árbol de la cultura.

El autor es escritor.


LAS MÁS LEÍDAS

  • Precios de los combustibles registran baja desde este viernes 26 de diciembre. Leer más
  • Carrizo recurre a la Corte Suprema para detener secuestro de cuentas y propiedades. Leer más
  • Ifarhu prevé pagar el tercer PASE-U 2025 a partir de enero de 2026. Leer más
  • El ‘efecto rebote’ de los aranceles de Estados Unidos que golpea a los exportadores panameños. Leer más
  • Caso Conades: ordenan detención a representante de empresa por presunto peculado en Cero Letrinas. Leer más
  • Pago del PASE-U 2025: Ifarhu explica quiénes quedan fuera del tercer desembolso. Leer más
  • Snowland Panamá anuncia la cancelación oficial del evento. Leer más