Han pasado cuatro meses desde la última publicación de Un istmo entre dos grandes intereses y muchos temas relacionados se han concretado, mientras otros siguen en la tubería, o en el denominado pipeline.
Las dos superpotencias mundiales comenzaron midiendo fuerzas por dos puertos en las riberas del Canal de Panamá, luego de que el consorcio BlackRock–Till buscara hacerse de las concesiones en el Pacífico y el Atlántico para, como se dice en buen panameño, “tumbarle a los chinos el negocio” y frenar su expansión geopolítica en el istmo. Sin embargo, el negocio que el presidente Trump anunció como un hecho aún no se ha consumado. La razón es sencilla, y ya lo había comentado en mi segunda entrega: China haría lo imposible para que este acuerdo no se concretara. La posición geográfica y estratégica del istmo es clave para el Partido Comunista de China dentro de su estrategia de poder suave (soft power) en el hemisferio occidental.
Con estrategias geopolíticas en Panamá, el gobierno de Trump empezó a usar herramientas geoeconómicas para frenar la influencia china con la movida de adquirir las concesiones portuarias. Pero no resultó como habían calculado, ni tampoco surtieron efecto las amenazas de “retomar el Canal de Panamá”.
La posición geográfica de Panamá es fundamental para la estrategia del soft power chino y para su iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) en América Latina. Una de estas nuevas iniciativas es el buque hospital de la Armada del Ejército Popular de Liberación, llamado Peace Ark (Arca de Paz), que ya navega por el Caribe con la misión de colaborar con los debilitados servicios de salud de varios países latinoamericanos. Beijing responde así al mayor despliegue de barcos de guerra de la Armada de Estados Unidos en las costas de Venezuela y en las entradas del Canal, acompañando su presencia militar con diplomacia humanitaria y proyectos de infraestructura para los países de la CELAC.
Este despliegue naval y de tropas estadounidenses en el Caribe no parece una amenaza de invasión a Venezuela ni un esfuerzo antidrogas, como se proyecta, sino una respuesta a la expansión de Beijing en un país con grandes reservas de petróleo, aplicando la estrategia de detente. No se requiere una flota de guerra para detener pangas cargadas de drogas.
Se rumora que el Pentágono ya elabora una “Estrategia Nacional de Defensa” (National Defense Strategy o NDS), que tendría como epicentro a Panamá y su Canal dentro de la defensa del hemisferio occidental y lo que los estadounidenses llaman su Homeland o patria.
Es muy posible que esta estrategia del Pentágono presione a los países vecinos a alinearse con Washington frente a la influencia de Beijing. No habría términos medios ni zonas grises: o estás con Estados Unidos o estás con China. Esto podría traducirse en presiones geoeconómicas y sanciones para los gobiernos que no se alineen a las políticas de Washington.
¿Cuál será el papel de Panamá y del gobierno de Mulino ante esta estrategia nacional de defensa estadounidense? Cabe esperar que, desde ya, el gobierno panameño empiece a calcular una estrategia diplomática para lidiar con esta iniciativa de nuestro aliado del norte, que inevitablemente nos coloca en el radar. No quisiéramos estar allí, pero estamos en medio de estos dos grandes intereses.
El autor es exbanquero.


