Solo el 22% del territorio nacional está desarrollado. El otro 78% —ese Panamá profundo, auténtico y lleno de potencial— sigue esperando. Espera caminos, hospitales, empleo y agua potable. Espera que lo miremos no con lástima, sino con decisión y esperanza.
No podemos seguir concentrando el desarrollo únicamente en los alrededores del Canal de Panamá, mientras el resto del país permanece estancado. Panamá necesita una visión de largo plazo. Un “Plan País” que mire a 30 o 40 años, que trascienda gobiernos y ciclos electorales, y que integre el territorio, dignifique la vida rural y genere oportunidades donde hoy hay abandono.
Para lograrlo, propongo dividir el país en ejes de desarrollo, porque no todo el país es igual, pero todo el país merece lo mismo: atención, inversión y futuro.
Comenzaría con el eje logístico, precisamente en la región donde ya se concentra ese 22% desarrollado: Panamá, Colón y Panamá Oeste. Esta zona tiene una posición geográfica privilegiada, con puertos, la vía interoceánica, aeropuertos, zonas económicas especiales y todo el potencial para convertirse en una gran plataforma logística. Pero no basta con infraestructura: hace falta una visión integrada que conecte zonas multimodales, innovación y tecnología. Convertir a Panamá en el centro de distribución logística del continente debe ser un proyecto de país.
El eje turístico-ecológico debe impulsarse en Bocas del Toro, Chiriquí, la Comarca Ngäbe Buglé y Veraguas. Estas regiones poseen una belleza natural comparable con los mejores destinos del mundo. Pero ese potencial solo se traduce en bienestar si hay conectividad, infraestructura, respeto ambiental y formación local.
Una prioridad estratégica es construir una autopista entre Chiriquí y Bocas del Toro, que funcione como un canal seco para el tránsito de mercancías y turistas. Esto debe complementarse con puertos multimodales que integren transporte terrestre, marítimo y aéreo, fortaleciendo la logística del occidente panameño. También urge modernizar el aeropuerto de David o construir uno nuevo en Bocas del Toro con estándares internacionales. No se trata de remodelar para mantener lo mismo, sino de crear condiciones para atraer el turismo y el comercio que hoy se pierden por falta de infraestructura.
El eje cultural, agropecuario, industrial y logístico debe desarrollarse en Azuero y Coclé, el corazón del alma panameña. Tierra de cultura viva y fértil, donde campesinos y productores alimentan al país. Este eje debe combinar el turismo cultural con el impulso al agro: caminos de producción, crédito, asistencia técnica y mercados justos. También debe fomentar industrias locales, canales secos y puertos para facilitar el comercio regional. Azuero no solo baila y canta: también siembra, cosecha, transforma y exporta.
El eje de desarrollo sostenible debe estar liderado por Darién, una provincia olvidada durante demasiado tiempo. Es la gran frontera verde del país, con una riqueza natural y cultural enorme, pero también con grandes desafíos. Darién puede convertirse en ejemplo de cómo producir sin destruir y avanzar con justicia social. El desarrollo del Centro Carson, que se transformará en un hub de investigación en salud y ecosistemas, marca un nuevo comienzo. Será la punta de lanza de un modelo que finalmente le dé a Darién el lugar que merece.
Antes de pensar en grandes obras, hay tres prioridades urgentes que deben guiar toda acción pública: acceso universal al agua potable, un sistema de salud digno y una educación de excelencia que prepare a nuestra gente para ser protagonista del futuro.
Sin eso, cualquier plan será un castillo de arena. Con eso, cualquier rincón de Panamá puede florecer. Porque Panamá no es solo lo que hemos hecho: Panamá es todo lo que aún no hemos construido.
En la siguiente entrega explicaré cómo ejecutar ese plan con garantías.
El autor es diputado independiente.
