Existe y persiste en nuestro país una equivocada “visión” del deporte, que ha logrado contagiar no solo a los políticos panameños de los diversos colectivos, la cual convalidan y hasta la hacen suya en cada nuevo periodo electoral. También ocurre lo mismo con las secretarías de asuntos deportivos de las asociaciones gremiales empresariales y en la mayoría de las organizaciones deportivas nacionales.
No se dan cuenta que con el deporte espectáculo (circense), sustentado en la improvisación, la construcción de canchas sintéticas, la gestión para sedes de torneos internacionales (sin objetivos ni metas claras), la realización de “campeonatos nacionales” improvisados por no ser producto de una efectiva actividad desde los clubes, ligas de corregimiento, distritales y provinciales y ausencia de organización, comunicación e integración con los estamentos estudiantiles o universitarios y, desde luego, en el pernicioso turismo deportivo disfrazado de fogueo internacional, no se encuentra el desarrollo del deporte del país.
Nuestra reciente participación deportiva en los Juegos Bolivarianos (2024) nos demuestra que la forma de hacer deporte y arribar al alto nivel competitivo ha colapsado en nuestro país, al punto que se le llama “actuación destacada” al último lugar que ocupamos en dichos juegos; en los anteriores también alcanzamos la misma posición.
La escuálida y hasta ficticia “estructura deportiva” panameña, bajo la batuta de sus propios participantes y usuarios, han convertido a la máxima autoridad deportiva nacional, con su lamentable complicidad, en un mero administrador de coliseos y suministrador de fondos de los contribuyentes para que sigan las nocivas prácticas anarquizantes que mantienen postrado al deporte en nuestro país. ¡Ese es el doloroso drama panameño y sus funestos síntomas son evidentes para quien quiera verlos!
Lo único que interesa a los agentes de estas nefastas prácticas es el “deporte de alto nivel competitivo”, donde solo llegan los mejores, la elite deportiva. Es decir, insisten en construir desde la azotea y no desde las bases. Craso, evidente, reiterativo e indisculpable error.
Las organizaciones deportivas nacionales deben comprender que tienen una función como factor esencial en el desarrollo deportivo, por el estímulo que significan para el fomento del deporte de base, pues el nivel competitivo debe ser el resultado del deporte organizado de abajo hacia arriba e integrado a una estrategia con objetivos realizables a corto, mediano y largo plazo, que complemente y coordine el desarrollo del deporte a nivel municipal, distrital, provincial, estudiantil y universitario, de manera que el deporte, además de la actividad competitiva, cumpla funciones de prevención social, recreativa, de salud y combate al ocio y la vagancia.
En nuestro terruño deportivo, no hay interés en la planificación ni en las estrategias ni en el seguimiento y la capacitación. Incluso se mantiene en total abandono a las bases de donde surge la masificación y nacen las futuras promesas; no obstante, ser la única vía para liberar al deporte panameño de la calamidad que padece y transita sin rumbo.
La labor estructural señalada no es considera por ser silenciosa y suele no verse ni sirve para ser mostrada como un logro o rédito politiquero, y este criterio no es solo aplicable a los políticos, sino también a las políticas de las empresas, sin excluir a no pocos dirigentes deportivos.
Por ello es necesario que con sensatez, energía y buena voluntad se termine con estas lamentables prácticas y que los gobiernos, así como nuestra poderosa y creativa empresa privada, no vean al deporte de manera subalterna, en el cual -por falta de visión en este tema- solo invierten en las disciplinas deportivas donde pueden lograr dividendos mediáticos y pecuniarios, sin tener que promocionar, invertir y dedicarle tiempo y esfuerzo a que la población panameña tenga acceso a la práctica del deporte.
El autor es abogado, exatleta y dirigente deportivo.

