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¿Vamos a seguir de espectadores?

¿Vamos a seguir de espectadores?
El dirigente Edy Pinto de la Asociación de Educadores de San Miguelito en la firma del acuerdo de fin de paro con el Ministerio de Educación y el representantes del Consejo Nacional de la Empresa Privada. Foto: Elysée Fernández

La semana pasada, varios medios de comunicación mostraron el momento en que el Gobierno Nacional, a través de la ministra de Educación, junto a gremios magisteriales y empresariales, firmaba un documento que ponía fin a un paro docente tan extenso como innecesario.

Lo califico de “amargo” porque, desde una perspectiva justa, no tenía mayor razón de ser. Los dirigentes gremiales cayeron en una trampa de la que no les fue fácil salir. No es lo mismo bailar tamborito en una marcha que regresar a casa sin el sustento para el hogar, luego de semanas sin salario.

Siempre me cuestioné de dónde salían los recursos que financiaron esta y otras manifestaciones que vimos en el país durante más de dos meses. Pero bueno, todo indica que se acabaron, como habíamos previsto, justo después del 1 de julio. ¿Coincidencia? No lo creo...

Recientemente circuló en redes un mensaje que fue reposteado por el dueño de un partido, como si no hablara de él. No estoy seguro de que entendiera siquiera lo que compartía, pero ese es otro tema.

Políticamente, el presidente de la República puede sentirse satisfecho por la firma del acuerdo. Pero no creo que se haya mareado tanto como para no notar que el país queda herido. Él sale fortalecido, ¿pero cómo queda el país?

Al menos, ya no tenemos a los eternos líderes sindicales del caos, expertos en bloquear calles sin respaldo popular, afectando a quienes sí quieren trabajar y construir futuro.

Lo cierto es que lo ocurrido también deja lecciones. Ese 60% que no votó por el presidente tampoco está cruzado de brazos, y no necesariamente salió a defenderlo.

Como todo en la política panameña, las cosas dependen de cuánto convienen a quienes deberían ser la oposición. A diferencia del mensaje en X, creo que hoy se vislumbran nuevos liderazgos. Si juegan sus cartas con estrategia y autenticidad, podrían representar una oposición seria. Si no, perderán más de lo que creen tener.

Ver los toros desde la barrera permite observar con más claridad, algo que deben tomar en cuenta tanto oficialistas como opositores. Todos deben entender que el país va primero. Hay que corregir lo corregible y avanzar con visión.

La Asamblea Nacional debe mirarse al espejo: quienes gritan no siempre representan al país. Llegará el momento de recomponer ese órgano y reflejar mejor el sentir de la mayoría.

Y no olvidemos que el crimen organizado sigue al acecho. No podemos permitir que el narcotráfico, que ya ha infiltrado gobiernos, bancos e instituciones en la región, nos robe lo que hemos construido.

Ahora toca enfocarnos en reformar la ley educativa, en el nombramiento de nuevos magistrados, en una reforma electoral seria, en una eventual nueva Constitución, y en garantizar que los diputados legislen para el país y no para sus bolsillos.

Ojalá hayamos aprendido que, como simples espectadores, no ganaremos la batalla por la decencia ni por los valores éticos y cívicos que tanto necesita Panamá.

El autor es dirigente cívico y analista político.


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