Ya estoy viviendo mi año 88, que no se fuman en cachimba.
He sufrido los achaques normales de una larga vida, algunos problemas bastante serios, pero en términos generales tengo la fortuna de gozar de una salud razonablemente aceptable.
No lo enfoco como un deterioro (que claro que lo es), sino como una nueva etapa antes no vivida, llena de sorpresas, muchas muy agradables, como por ejemplo: si los hijos son una bendición y los nietos una doble bendición… los bisnietos son una triple bendición y visión de futuro que no nos permite por un solo minuto dejar de pensar en el futuro del país que tanto queremos.
Cuando un amigo sugirió sumar mi nombre a un grupo de ciudadanos dedicados a la reflexión y acción, otro comentó:“¡Este señor no para!”. ¿Cómo voy a parar si tengo que lograr un país legítimamente democrático y justo para bisnietos que ya están entrando en la pubertad? ¡Yo tengo que pensar y accionar para los próximos 100 años de mi país!
Cuando alguien preguntó al conocido actor norteamericano Clint Eastwood (con largos 90 años) qué programa tenía para el futuro, él contestó: “Mañana inicio una nueva película”. ¿Cómo lo haces? Les preguntaron. Él dijo: “No le permito entrar al Viejo” (I don’t let the Old Man in). Así tratamos de vivir nosotros: “no dejamos entrar al viejo”.
¿Y cómo se hace para evitar al alemán? Pues pensando, opinando, con ideas y acciones radicales que molestan a todos los corruptos que parecieran odiar a su país y a su gente. ¿Cómo hacemos para no perder la esperanza en esta larga lucha? Lo escribió André Maurois: “El arte de envejecer es el arte de conservar la esperanza”.
“Se arruga la cara pero no hay que dejar que se arrugue el espíritu” – dijo Montaigne.
Cuando los “políticos” (con “p” minúscula) para insultarlo a uno solo tienen “viejo de M…” demuestran su poca monta y su cerebro vacío porque – considerando la alternativa – todos los seres humanos quisiéramos llegar a la vejez. Nosotros ya estamos aquí y ustedes, jóvenes, no tienen ni idea si llegarán.En la juventud, aprendemos… pero en la madurez entendemos.Según Cicerón, “el viejo no puede hacer lo que hace el joven; lo hace mejor”.
Nosotros procuraremos – con el favor de Dios – nunca llegar a ser viejos quejumbrosos y lo haremos siempre conservando la capacidad de soñar. Jamás dejaremos de soñar en nuestro Panamá como país con una moderna democracia participativa y justa, en la que todos los panameños nos empoderemos y construyamos la nación que queremos para nuestros descendientes.
Esta nación debe resolver los cinco problemas básicos de su hoy inaceptable desigualdad: Agua, Educación, Salud/CSS, Seguridad/Justicia y Planificación.
Para todos estos cinco problemas hay ideas claras con apoyo mayoritario; solo se requieren presidentes que den el golpe de timón requerido, sacudiéndose de los corruptos de siempre, que sólo están para servirse, y así, con la credibilidad de la acción, convocar a toda la sociedad para consensuar las medidas radicales que corrijan rumbo y construyan nación.
El presidente Mulino arrancó bien al afrontar la impopular reforma de la Caja de Seguro Social, cuando múltiples gobiernos anteriores solo “patearon la lata”, temerosos de aquellos que, sin apoyo popular, son constantes secuestradores de la opinión pública.
Nunca seremos muy viejos para soñar con esperanza en esta nación, donde la tierra está abonada con los restos de cinco generaciones de nuestra familia y renovada con tres generaciones más que han heredado el mismo espíritu nacional de lucha.
El secreto, queridos lectores, es no morirse antes de morir.
El autor es fundador de La Prensa.
