Palabras sencillas, como papá o mamá, que a lo mejor no puede decir un bebé después de un año, o sobresaltarse por algún ruido fuerte, son el presagio de una voz que vivirá en silencio.
En septiembre de cada año, la comunidad sorda y el mundo celebran el Día Internacional de la Lengua de Señas. Se resalta la importancia de apoyar y proteger la identidad lingüística, esa diversidad cultural de todas las personas sordas y de otros usuarios de la lengua de señas. Pero, ¿qué hacemos para poner en práctica en nuestro diario vivir el lenguaje de señas? ¿Qué oportunidades tiene una persona sorda?
Sensaciones como soledad, frustración, vergüenza, ira y desconfianza son parte de las vivencias de una persona sorda. Ello es consecuencia de la brecha que existe entre quienes no escuchan y quienes sí pueden oír y comunicarse libremente e , incluso, discriminación.
Según el último censo de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), en Panamá había unas 15,191 personas sordas. En septiembre de 2021, la Asociación de Sordos de Panamá contabilizaba aproximadamente 100 mil personas sordas.
Las personas sordas o con cierta discapacidad para escuchar bien, como cualquier ser humano, pueden sentir el rechazo de quienes no se preocupan por su bienestar. Pueden ser familiares, vecinos o compañeros de trabajo o clase, quienes no saben comunicarse con ellos. Pocos prefieren buscar un cambio social a largo plazo. Las actitudes sociales negativas, los estereotipos y los prejuicios son perjudiciales.
A pesar de que Panamá es un país donde hay la posibilidad de saber lengua de señas a través de una carrera profesional a nivel de licenciatura, persiste el poco interés colectivo de aprenderla. Es necesario buscar nuevas formas de lograr una verdadera inclusión.
Urge romper con las barreras de comunicación existentes, a través de una verdadera cultura empática y facilitadora para quienes son sordos.
La integración social debe incluir el campo laboral. Existen casos en los que una oportunidad de trabajo depende de que haya un intérprete con quien puedan comunicarse. Es necesario establecer marcos de integración de la comunidad sorda, con un enfoque de equiparación de oportunidades y sin ningún tipo de rechazo.
Las comunidades son importantes para toda persona. Son especialmente significativas para una persona sorda, quien puede convertirse en un miembro activo de la comunidad, participar en actividades económicas y acceder a los servicios que ofrece. El aprendizaje y el uso de esta lengua por personas no sordas es de vital importancia. Jorge Ayala, director de Inclusión y Accesibilidad del Instituto Tecnológico de Monterrey, afirma “no es difícil aprender la lengua de señas. Su complejidad reside en la constancia, pero también en la convivencia con muchas personas con discapacidad auditiva”.
Debemos dar el ejemplo para seguir impulsando una cultura incluyente, en la que la formación en lengua de señas a no sordos sea una herramienta para apoyar y facilitar su inserción social. Hellen Keller dijo “la ceguera nos separa de las cosas, pero la sordera nos separa de las persona”. Sí, la sordera puede ser una barrera. No debería serlo si somos empáticos y conscientes de los desafíos y de las necesidades de comunicación de las personas sordas. Hay quienes nunca han tenido la oportunidad de conocer a una persona sorda. En su presencia no sabrían qué hacer.
Incluir implica participación. Los invito a ser parte activa de sus comunidades, escuelas, áreas de trabajo, grupo de amigos o familia. He vivido la experiencia: impulso, junto a mi grupo, el proyecto “Mi voz en ti”, ideado como actividad del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana (LLAC) 2022, una iniciativa coorganizada por el Canal de Panamá y Jóvenes Unidos por la Educación. El proyecto está orientado a solucionar el problema de la falta de accesibilidad que viven las personas sordas en la sociedad.
Desde mi experiencia, los invito a que aportemos nuestro intelecto, nuestro corazón, nuestras manos y nuestra voz para que no cunda el silencio, la desconfianza o el miedo al rechazo de seres humanos, tan personas como nosotros, que buscan una oportunidad en una sociedad y tienen el temor de nunca encontrarla.
La autora es parte del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana (LLAC) 2022.
