Como dice un escrito bíblico, “todo tiene su momento bajo el cielo” y creo que al llegar a la mitad del año, podemos y debemos, como país, mirar hacia lo que nos depara el futuro inmediato. Un año marcado por emociones encontradas, y hoy por hoy, tenemos una inminente nueva gestión de gobierno por iniciar. Todos los escenarios económicos, políticos y demás traen consigo nuevos retos.
Por tanto, quizás debemos “volver a lo básico”, lo que significa reconocernos unos a otros como personas (aunque suene obvio); es ver más allá de los títulos, de los estatus socioeconómicos, de las creencias religiosas, de la afiliación partidista, del origen étnico; es ver más allá de cualquier diferencia que pueda existir.
“Volver a lo básico” sería mirar “hacia nuestro interior” y reconocernos seres humanos con errores y virtudes, con aciertos y desaciertos, pero con la esperanza de poder ser mejores, desarrollando como sociedad mecanismos de colaboración solidaria para “construir juntos” un mejor país.
“Volver a lo básico” implicaría automotivarnos, pues las “ganas y fuerzas para conseguir un objetivo” pueden ser influenciadas positivamente por personas cercanas que nos alientan, pero la motivación real es interna, es intrínseca a nuestro ser. O somos nuestra mayor motivación o nuestro mayor obstáculo; nosotros decidimos.
Por otro lado, la empatía, esa famosa y muy utilizada palabra, implica realmente “poder sentir con el otro” o, como comúnmente se dice, “ponerse en el lugar del otro”; es lograr ver desde la perspectiva del otro. Adicionalmente, la resiliencia es clave para “volver a lo básico”, más en un país afectado por escándalos de corrupción y una percepción de impunidad.
Vivimos en sociedad, por tanto, la capacidad de poder relacionarnos socialmente con los demás es fundamental. Como dije en párrafos anteriores, reconocernos unos a otros va desde un simple “buenos días…” hasta “pedir permiso o pedir perdón”, según la situación. Es mirar al otro, reconociéndolo como un ser humano, con virtudes y defectos, pero con el mismo deseo de ser reconocido (no significa ser famoso), de ser feliz, de ser parte de algo, de dejar un legado.
“Volver a lo básico” también implica cambios y ajustes en estructuras más complejas, como el ambiente, la defensa de la vida, la educación, la economía, la política y otras áreas de relevancia para la subsistencia del ser humano.
Tenemos que “volver” a ser más solidarios entre nosotros, como lo fueron nuestros antepasados. Y no una solidaridad supeditada al interés, pues actualmente en algunos casos, “se dona” lo que sobra, o cuando determinada empresa hace donaciones solamente para deducir estos montos de sus impuestos.
Debemos volver a enseñar a nuestros hijos lo que algunos aprendimos de niños: sembrar la tierra, hacerla productiva, cuidándola.
Debemos tener una educación inclusiva, sí, y que esto se refleje en la cobertura de acceso a educación de todos, donde niños y jóvenes más que aprender teorías o ideologías, aprendan los esenciales mínimos del currículo educativo que los preparen para su futuro inminente; y además aprendan a defender la vida, a cuidar el ambiente y a no olvidar la esencia de la humanidad: la solidaridad.
Debemos “volver a lo básico” en la economía y política, promoviendo economías más solidarias, donde se luche por una distribución más equitativa de riquezas; y lo último, pero no menos importante, en la política debemos exigir respetuosamente a los líderes políticos elegidos que no solamente defiendan una ideología (derecha o izquierda), sino que sean capaces de defender el bien común, que sean líderes emocionalmente inteligentes, que más allá de dar discursos, entiendan y escuchen a quienes representan, velando por el bienestar de todos.
El autor es psicólogo y consultor.