El tren al Tíbet, que va desde Qinghai, en el noroeste de China, hasta Lhasa, es visto con preocupación por grupos ecologistas, que temen que ponga en peligro el frágil equilibrio ecológico del Himalaya o turbe las costumbres de animales en peligro de extinción, como el antílope tibetano.
El ferrocarril cruza por un auténtico paraíso de montañas nevadas y reservas casi inexploradas por el hombre.
Sin embargo, China dice que el ferrocarril causará un mínimo impacto ambiental en la meseta tibetana, zona ya en peligro por problemas como el calentamiento global o los "agujeros" de la capa de ozono.
La alarma ya saltó en 2001, primer año de las obras, cuando los trabajos de construcción dañaron una zona de flores y plantas protegidas, pero el Gobierno chino decidió dar un "castigo" a la empresa responsable de los trabajos y la sancionó con 3 mil dólares.
El tren, pensado en la década de 1950, cruza por una zona de hielos perpetuos, por lo que su velocidad podría dañar estas placas heladas.
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