Ana Matilde Gómez empezó el día de su indagatoria por abuso de autoridad, asistiendo a misa. Ahí oró y pidió “claridad divina” para defenderse de las acusaciones que más tarde se le plantearían en la Procuraduría de la Administración, por los pinchazos telefónicos en el caso del ex fiscal Arquimedes Sáez.
Lo siguiente fue acercarse al despacho de su abogado Juan Antonio Tejada, para los preparativos previos a la indagatoria.
Aunque estaba citada para las 10:00 a.m., Gómez y Tejada llegaron 15 minutos antes a la Procuraduría de la Administración, en Avenida Perú, en un vehículo que conducía el chofer de la procuradora, que también hace las veces de escolta. Los periodistas la rodearon de inmediato.
“A pesar de que no guardo muchas esperanzas, porque estoy segura que el objetivo final de todo esto es condenarme, vengo a pelear en derecho”, dijo Gómez a los comunicadores.
“En estos tiempos de Cuaresma y como buena católica que soy, me pregunto qué pude haber hecho para despertar tanta envidia y rencor”, reflexionó.
Cree que nunca regresará a su puesto, pese a que se supone que la suspensión del cargo es una medida cautelar mientras dura el proceso. Su sospecha está respaldada en todos los cambios de personal que ha hecho Giuseppe Bonissi desde que llegó como procurador suplente, hace dos semanas, por deseo del presidente, Ricardo Martinelli.
“No entiendo cómo se pudo haber torcido el derecho de tal manera, para convertir la voluntad de los que están detrás de todo esto”, remarcó la suspendida procuradora.
Gómez y su abogado reiteraron que pelearán este caso, y que por eso estaban ahí, para atender todas las preguntas pertinentes.
Pero no habría indagatoria.
Casi a esa misma hora, Grisell Mojica, otra integrante del equipo legal de Gómez, se apresuraba a entregar en la secretaría general de la Corte Suprema de Justicia, un incidente de nulidad contra todo el proceso que se le seguía a la suspendida jefa del Ministerio Público.

