Vaya sorpresa que se ha llevado Manuel Quintana.
Miembro de una antigua familia de fundidores de campanas de España, Quintana llegó el lunes 29 de noviembre a Panamá –desde Palencia– para enterarse de que en la torre de la iglesia La Merced cuelga una joya centenaria.
“Hemos instalado campanas en todo el mundo. El mercado de las campanas es escaso porque es un producto duradero, y ahora está más enfocado en la restauración y la conservación”, comienza a decir Quintana allá arriba, tan cómodo en el campanario.
La iglesia de La Merced, para quien no lo sepa, está ubicada en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá. Su construcción se inició en 1688 y terminó en 1796, pero la historia de los religiosos mercedarios en Panamá empieza en 1522.
La primera iglesia y convento de la orden se instaló en las que hoy son las ruinas de Panamá La Vieja, pero con el ataque del pirata Henry Morgan en 1671 empezó la mudanza hacia el sitio que hoy ocupa.
La historia cuenta que la fachada de la iglesia fue traída, piedra a piedra, desde la ciudad devastada. Pero lo que encontró Quintana en el campanario es muy anterior, no solo a la construcción de la iglesia en Casco Antiguo (siglo XVII), sino a la llegada de la orden religiosa al istmo de Panamá (siglo XVI).
“No me lo esperaba... Debería ser declarada de interés cultural”, sostiene emocionado el fundidor de campanas, mientras va contando detalles de su profesión.

