Hace un siglo, un día 15 de marzo de 1911 nació en El Paradero, corregimiento El Mogollón, distrito de Macaracas, Rogelio Gelo Córdoba, quien tras 50 años de su muerte es considerado el pionero y más grande acordeonista de la música típica popular panameña y que gracias a él este género musical goza hoy día de la aceptación de miles de seguidores.
El músico santeño nació como fruto del hogar formado por Gertrudis Córdoba y Fermín Cortés. Desde entonces, creció la leyenda del interiorano que había tenido el coraje de retar la hegemonía del violín y encumbrar los sonidos del acordeón.
El sociólogo Milciades Pinzón, quien ha estudiado al citado artista, afirma que Gelo fue un signo profético de los tiempos.
Lo suyo representó la ruptura con la música que bailaban los grupos que en la península se sentían herederos de un supuesto abolengo español y demostró que nuevas fuerzas sociales demandaban un nuevo tipo de sociedad, menos elitista y más popular.
Hay que recordar que hasta la primera mitad del siglo XX, el acordeón era un paria en tierras interioranas. En la década de 1940, nadie que se respetase acudía a un baile amenizado con ese instrumento; la gente de “bien” prefería los pasillos, danzas, contradanzas y otras modalidades de la música de salón.
A juicio de Pinzón, lo irónico y paradójico de la historia del acordeón consiste en que este llegó a tierras santeñas de la mano de la Iglesia católica, para amenizar eventos de tipo sacro, modificando los gustos musicales de la sociedad campesina del siglo XIX.
La fecha más antigua de la que podemos echar mano data de 1885, cuando los sacerdotes Manuel Terrientes y Ubaldino Córdoba contrataron a un acordeonista barranquillero (Cruz Montesinos Flores) para que amenizara los eventos religiosos en sus propias parroquias, las de santa Liberata y la virgen de Las Mercedes.
Este fue el inicio de una imparable dinámica social que tiene a Gelo como la cumbre más visible de ese proceso que no fue fácil para un campesino de la falda del Canajagua, carente de formación educativa y proveniente de un estrato social que no gozaba de reconocimiento comunitario.
El muchacho del Canajagua nació en las estribaciones del cerro, con la fortuna propia de que su código genético tenía la impronta Córdoba-Cortés, familias que han mostrado tener una envidiable vena musical.
La primera experiencia musical la tuvo con sus padres, Gertrudis y Fermín, quienes dominaban el violín y algo del acordeón. Un papel fundamental lo desempeñó su tío Sacramento Córdoba, de quien recibió las primeras clases de acordeón.
De hecho, Gelo se inició con el violín, instrumento con el que amenizó algunos “entierros de angelitos”, como llamaban a los ritos religiosos ligados al sepelio de los infantes y es producto de un siglo en donde se producen grandes transformaciones sociales.
El acordeonista llega a la cima de su popularidad a finales de la década de 1940 y durante la década de 1950, época de oro del Festival Nacional de la Mejorana.

