En agosto de 1989, cuando Manuel Antonio Noriega usaba sus soldados para aterrorizar a panameños desarmados, el general estadounidense Marc Cisneros le tomó la medida exacta al dictador panameño. Cisneros dijo a ACAN-EFE que Noriega “saldrá corriendo en el momento que alguien le muestre los dientes y diga que va a morder”.
Para la época, Cisneros –un general estadounidense que se había ganado sus dos estrellas en Vietnam– era el latino de más rango en el Ejercito estadounidense. Miembro de una de las familias hispanas más antiguas de Texas –residentes allí desde antes de que Texas perteneciera a Estados Unidos–, Cisneros hablaba un español que se caracterizaba por su estilo directo. No era un hombre que andaba con rodeos. Para 1989, Cisneros ya tenía tres años de estar en Panamá, período que le había permitido conocer bien el panorama político del país y estudiar bien a quienes potencialmente enfrentaría en un eventual combate en el istmo.
Pero hasta mayo de ese año, su estadía en Panamá había sido una frustración para Cisneros. En una entrevista a publicarse el domingo, Cisneros relata cómo la pugna dentro del Gobierno estadounidense –sobre cómo lidiar a Noriega– había paralizado la política estadounidense hacia Panamá y había tenido el efecto, a su criterio, de fortalecer al dictador panameño. Eso cambió en mayo de 1989, cuando el presidente George Bush padre envió 2 mil soldados adicionales a Panamá y dio luz verde para que se hicieran ejercicios diseñados con el fin de confundir y atormentar a Noriega y a sus Fuerzas de Defensa.
Cisneros se dio con entusiasmo a la tarea. Como comandante del Ejército dentro del Comando Sur, Cisneros tenía 8 mil soldados a su mando (de los 13 mil acantonados entonces en el istmo). Casi a diario hacía unos ejercicios que él llamaba “acciones de pulgas de arena”, un constante movimiento de tropas, tanques, aviones, helicópteros y más. Algunos de estos ejercicios eran “espectaculares”, informó “La Prensa Digest” (un boletín editado por La Prensa, que circuló en Washington de 1986 a 1990). Muchos de los ejercicios se hacían a medianoche o en la madrugada, para aturdir a los soldados de Noriega. En efecto, cuando vino la invasión, la primera reacción de los oficiales de Noriega era que se trataba de otro de los ejercicios de Cisneros.
Para la prensa estadounidense, Cisneros fue el héroe de la invasión. “El Soldado Simpático”, fue el titular de un artículo sobre Cisneros en 1990, en la revista U.S. News and World Report. El diario Miami Herald lo describió como un “conquistador” de la era moderna. Otros medios, como el Orlando Sentinel, simplemente lo describieron como un “héroe” que no había recibido el reconocimiento debido, admirando su maniobra durante la invasión para salvar vidas entre los soldados panameños.
Del lado norieguista, por contraste, la opinión de Cisneros era muy desfavorable. Según un medio estadounidense, los oficiales panameños ponían una esvástica en vez de la “s” en el apellido de Cisneros, cada vez que tenían que mencionar su nombre en un informe. Y después de la invasión, Benjamín Colamarco, líder de los Batallones de la Dignidad organizados por Noriega, dijo esto a un medio español: “Creo que Marc Cisneros pasará a la historia como un chicano que traicionó a la raza hispana”.
El insulto tiene sin cuidado a Cisneros, quien responde así en la entrevista a publicarse el próximo domingo en el suplemento 20 años de la invasión: “Si usted habla con Colamarco, dígale que yo creo que es un cabrón”.
El heroísmo tiene su precio Cuando Cisneros se despidió de Panamá, en 1990, fue enviado a una asignación nada prominente en Ft. Hood, Texas (la misma base donde un soldado estadounidense masacró a otros 13 el mes pasado). Algunos medios estadounidenses plantearon que el protagonismo de Cisneros en la invasión –y los elogios en la prensa de EU– había molestado a sus superiores, y que la asignación era una especie de castigo.
Luego, en 1996, Cisneros fue uno de los candidatos para jefe del Comando Sur, pero el puesto le fue otorgado al general Wesley Clark. Según el Miami Herald, una de las posibles razones para esa decisión fue que el gobierno de Ernesto Pérez Balladares dijo que tener a Cisneros como jefe del Comando Sur incomodaría a los viejos copartidarios de Manuel Antonio Noriega en el gobierno. Ante eso, Cisneros se retiró del ejército ese mismo año. Trabajó unos años con Fluor Daniel y fue presidente de la Texas A&M.

