Honorina de Lewis, de 35 años, es la típica negra colonense con la agresividad y la alegría mezcladas para afrontar la vida. Hace 10 años vivía en calle 8 con avenida Central y Meléndez, más que en una casa, en una trampa de muerte que, cuando llovía, las goteras se tornaban chorros y el piso amenazaba con caerse.
Por ello, aceptó la solución de mudarse a los Albergues de Coco Solo, porque las condiciones en las que vivía con su madre, una hermana discapacitada y su esposo, no eran vida.
“Cualquier solución era mejor que seguir en esa ratonera”, se decía a cada rato.
Sin embargo, lo que ignoraba era que con el paso de los años estos albergues, que una vez fueron cómodos apartamentos para los estadounidenses que laboraban en la base naval de Coco Solo, se tornarían en otras ratoneras para el pobre golpeado por el precarismo habitacional o el damnificado por incendio o inundación.
