El anuncio de apertura del club de strippers Cotton Club, en los Jardines de El Panamá, ha despertado el rechazo de casi todos sus vecinos: desde la Iglesia hasta los ocupantes de los locales aledaños.
En febrero de 2007, el Ministerio de Comercio e Industrias otorgó una licencia comercial al Bar Restaurante Cotton Club, de Panama Entertainment Group (cuyo consultor es Gabriel Méndez), para ofrecer "shows de strippers, karaoke, humoristas y presentación de artistas", además del permiso de expendio de licor.
Este permiso modifica la licencia que la misma sociedad había recibido en diciembre de 2006, que solo permitía la presentación de artistas.
A su vez, el Municipio de Panamá le expidió al grupo el permiso para operar de noche y la licencia para expedir licor. Ambas autorizaciones fueron firmadas por el alcalde Juan Carlos Navarro, cuyo asistente es Gabriel Méndez hijo.
Pero hay un detalle: el local está ubicado a menos de 300 metros de la Iglesia del Carmen y del colegio Oxford. La Ley 55 de 1977 dice que a menos de 500 metros de una iglesia, hospital o centro educativo no puede funcionar un lugar de expendio de licor.
El obispo auxiliar José Domingo Ulloa se opone a la apertura del club, no solo porque venderá licor, sino porque –según él– se trata de un "push button". "Necesitamos sitios de distracción sana que permitan a la familia unirse, no como este, que atenta contra la moral y las buenas costumbres", dijo.
Los inquilinos del P.H. Inmobiliaria Garza (mejor conocido como Jardines de El Panamá) tampoco están contentos con la apertura del club. Su reglamento de co-propiedad dispone que los locales deben ser usados para fines "que no riñan con la moral y las buenas costumbres", y prohíbe perturbar el sosiego de los propietarios.
Así acordaron los inquilinos después de lo vivido con la discoteca Dreams, que operaba en ese mismo local, en la década pasada. "Ahí se dieron escándalos, tiroteos... Los demás locales se vieron afectados por los malos olores causados por los desperdicios humanos y vómitos por el área, más la visita externa de mujeres dedicadas a la prostitución", contó Irma Neira, administradora del P.H. Inmobiliaria Garza.
Por eso los inquilinos decidieron, en marzo pasado, hacer "todo lo que se tenga" para impedir que esto se repita.
Pero los representantes del club son indiferentes a la posición de sus vecinos. En enero solicitaron el visto bueno para reformar la fachada del local. Pese a la negativa de los vecinos, el grupo levantó un muro y puso condensadores de acondicionadores de aire sobre la losa de una escalera que le pertenece al hotel El Panamá.
A nivel interno, el grupo también ha tenido diferencias. Omar Dieppa, su representante legal, renunció en marzo. "Los fines para los cuales se había creado la sociedad cambiaron; no quise seguir bajo las nuevas condiciones", declaró.
Quien no ha renunciado y se siente orgulloso de ser parte del proyecto es Méndez padre. Según él, la inversión es de 1.3 millón de dólares, lo que coloca al club "a otro nivel". "Las decoraciones son una locura, tipo New York y Las Vegas. Adentro hay un restaurante francés, uno de sushi y otro árabe... Panamá quiere seguir siendo un pueblo, cuando ya es una gran ciudad", sentenció.
La página web www.rie.cl anuncia el trabajo para "chicas de cualquier nacionalidad, bonitas y mayores de 18 años que sepan bailar".
