Hugo Enrique Famanía, conocido periodista de la radio y la televisión, tiene mucho que agradecer. En esa larga lista está su madre, sus tías, abuela y, por supuesto, la Escuela Nocturna Oficial que funciona en el edificio del Instituto Nacional.
Ocurre que cuando Famanía tenía 15 años fue a dar a lo que Guillermo Smith, jefe de la Dirección Nacional de Educación de Jóvenes y Adultos, llama en broma "el valle de los muertos y heridos". Famanía cuenta que el cuarto año de educación media lo hizo de noche, porque "si no trabajaba no estudiaba". Entró con un permiso especial que le consiguió uno de sus hermanos.
La historia de Famanía es solo una de las que se multiplican en estos centros educativos. Cifras del Ministerio de Educación (Meduca) indican que en los últimos cinco años entre 40 mil y 45 mil personas han pasado por este subsistema educativo.
Contrario a lo que pudiera creerse, aparte de horarios nocturnos también existe la posibilidad de estudiar en las tardes.
No es lo único. También ofrece programas de alfabetización a las personas que no han tenido acceso a la lecto-escritura. Según el Censo de 2000, en esta situación hay 160 mil personas. El 7.6% de esa población es mayor de 10 años.
La falta de educación y la pobreza van de la mano. Los analfabetas están en las áreas de pobreza y pobreza extrema, así como en zonas suburbanas. Esta situación no sorprende a Smith, quien explica que el "analfabetismo se asocia a la pobreza, aislamiento y marginalidad".
En las áreas suburbanas el problema se presenta porque el migrante trae consigo sus carencias, agrega.
Como en todo, el subsistema tiene ventajas y desventajas. Algo que muchos consideran valioso es que un bloque de materias se puede aprobar en tres meses cuando en el sistema regular se requieren ocho. Una desventaja es que muchos se retiran en diciembre, porque aumenta la posibilidad de empleo y el sistema les permite regresar el año siguiente.
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