Ibelele Nikktikinya tenía nueve años cuando jugaba a pescar con sus primos a la isla Tuppmatta (isla aplastada) del archipiélago Kuna Yala. Metía sus pies desnudos en las cristalinas aguas para capturar "chiparrones" (gusanos marinos) y luego engancharlos de carnada en el anzuelo.
En una ocasión, el inexperto pescador se clavó el anzuelo en uno de los brazos. Un tío regañón le abrió un pequeño surco con una gillete en la carne amoratada para sacarle el garfio. "Todos los días me arrodillaba en la playa a invocar a Dios para que el brazo no se me infectara. Sentía que Cristo me llamaba a ser un pescador de hombres", relató.
Desde aquel incidente, el niño kuna, nacido en Kartí Sugtuppu en 1918, caminaba por las islas para disfrutar de los atardeceres y observar las nubes de formas caprichosas que chocaban unas con otras como soldados en guerra.
"¿Qué habrá más allá de las nubes?", fue la pregunta que marcó su camino hacia el sacerdocio.
El gran pianista
En 1926, un año después de la Revolución de Tule, Ibelele, cuyo nombre latino es Juan José Davies, entró a la primaria en la escuela de Narganá, a cargo de las Madres Franciscanas.
Después de unos años se fue a la ciudad de Panamá a estudiar piano y acordeón en el Conservatorio Nacional. El obispo Jesús María Serrano descubrió en él una fuerte vocación sacerdotal, por lo que gestionó una beca para enviarlo a estudiar a Estados Unidos.
En 1945, en medio de los vapores de la guerra, salió del aeropuerto de Albrook rumbo al norte. Cuando estudiaba en Compton, California, interpretó la melodía "claro de luna" en un enorme piano de cola. Los estudiantes suspendieron lo que hacían para rodear y aplaudir al virtuoso panameño.
Poco después de graduarse de filosofía y letras en Estados Unidos, lo asaltó un dilema: sólo sabía hablar inglés y kuna. Entonces la Iglesia católica lo envió a España a estudiar español y teología.
Cuando regresó, trabajó 18 años como profesor de inglés, música y pintura artística en el Colegio Félix Esteban Oller, de Narganá.
El revolucionario
El 19 de diciembre de 1959, Ibelele fue ordenado sacerdote por Jesús María Serrano en la catedral de la Inmaculada Concepción de Colón.
Cumplió como misionero en Colón, Cartí, Mulatupo. Fundó el primer colegio de Kuna Yala (el Félix Oller), introdujo la planta eléctrica en Cartí en 1974, realizó estudios de lingüística en Alemania (Hamburgo) y arte en Colombia. Hizo publicaciones como el calendario kuna basado en principios científicos y la Gramática kuna, en 1994.
Fue respetuoso de las creencias kunas, pero nunca dejó de difundir la fe cristiana en la comarca.
También se metía en la política. En una ocasión los sailas querían imponer como intendente a un pastor protestante. Ibelele pasó por encima de las hurañas miradas de los caciques y les recordó que la Constitución Nacional prohíbe a los pastores ejercer esos cargos.
Nikktikinya, quien actualmente tiene 87 años, recibió la Orden Manuel José Hurtado el 2 de diciembre de 2003 por sus aportes a la educación kuna y su valiente labor misionera.
Este carismático sacerdote claretiano se encuentra retirado en el Residencial Claret (detrás del Santuario Nacional) junto a otros compañeros de la orden.
"Me siento feliz de haber luchado por mis ideales y de haberle hecho caso al mensaje divino", afirmó.
Está convencido de que su amada Kuna Yala aún preserva sus valores y tradiciones, aunque no faltan algunas ovejas perdidas, que rinden culto a la "diabólica droga".
Y no pierde ocasión para contar un chiste. "Cuando los colombianos vienen a la comarca a comprar cocos, algunos de mis paisanos les dicen: no tenemos coco, pero sí coca".
Hay un proverbio chino que dice que "es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre". La vocación de Ibelele sigue tan fuerte como el dolor que sintió aquel día que se le clavó el anzuelo en el brazo.
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