Bethany Myers, asistente social en la Clínica de Pediatría del Hospital General Ben Taub, Estados Unidos, donó 10 pulgadas de su larga cabellera a la organización sin fines de lucro Locks of Love para la confección de una peluca para niños con cáncer. El mismo día, dos amigas, Mai Lacombe, asistente social, y Haley Evans, enfermera vocacional, hicieron lo mismo. Lo realizado por el trío se difundió por el hospital, y por meses, personas que ellas ni siquiera conocían siguieron su ejemplo.
Así, Locks of Love proporciona mil pelucas de cabello natural al año para niños que han perdido su cabello al someterse a tratamientos para combatir el cáncer.
En Panamá no existe Locks of Love, pero sí la Fundación Amigos del Niño con Leucemia y Cáncer (Fanlyc). E igual que en Estados Unidos, la gente también dona su cabello para hacer pelucas. Hace poco menos de tres años, por ejemplo, 122 niñas del colegio San Agustín lo hicieron.
En Panamá no hay especialistas en elaboración de pelucas.
Por ello, Fanlyc trae cada año a dos cubanas -madre e hija- para que, ad honorem, les enseñen a voluntarias panameñas a tejer pelucas. El curso, que lleva ya dos años de realizarse, dura cinco meses. El primer año, cuenta Karinthia Carrillo, encargada de proyectos de Fanlyc, solo terminaron el curso dos personas, y el año pasado, solo 10 lo hicieron. “No es fácil hacerlas... En cinco meses, cada voluntaria alcanza a hacer solo una”, cuenta Carrillo.
Luego de terminadas las pelucas, las voluntarias las donan a Fanlyc, para que niñas como Eileen, fotografiada en este artículo, puedan usarlas. Pero las pelucas, además de costosas en tiempo, lo son en dinero. Las de cabello natural -según la página del Harris County Hospital District- valen entre 3 mil y 6 mil dólares.
Liska Mendoza es corredora de seguros y voluntaria de Fanlyc. El año pasado, se inscribió en el curso para “agradecerle a Dios todo lo que me da”. En las noches y madrugadas de esos cinco meses tejió una peluca. Mendoza cuenta que para hacer una sola peluca se usan ocho moños de cabello de 10 pulgadas de largo -un aproximado de lo que recibe Fanlyc en donaciones a la semana-, porque no todas las hebras sirven. Además, algunas no cumplen con los requisitos (no llegan a las 10 pulgadas o no están limpios y empacados correctamente).
“Primero se clasifican los cabellos según grosor, textura y color. Se separan las hebras y con un cepillo especial se peinan. Se dividen las que se pueden usar, y se tejen hebra por hebra, tres veces. Después de eso, narra Mendoza, queda “una cortina de hebras. Entonces se cose con una aguja grande a una malla especial que mandamos a pedir a Estados Unidos”.
Pero esos esfuerzos anónimos solo aplican para pelucas de niñas. Alicia Luaces, presidenta de la Asociación Nacional de Pacientes de Quimioterapia, cuenta que, para los adultos, el Instituto Oncólogico y Fundacáncer tienen un salón de belleza patrocinado por la marca Sebastian, donde dos peluqueras peinan pelucas ad honorem. Cuando las pacientes tienen los ánimos caídos o quieren arreglarse para recibir alguna visita van al salón, toman la peluca que más les gusta y se la llevan por cinco dólares (solo si los tienen).
Stella Martha Vallarino, presidenta de Fundacáncer, indica que en el salón hay alrededor de 75 pelucas -en su mayoría donadas - “de diferentes colores, texturas, largos y cortes. Para todos los gustos”.

