Hay corvina, pargo, cazón, sierra, dorado, lenguado, loro, mero, y bandejas rebosantes de pulpo, camarones, langostinos, cangrejos, ostiones, almejas y calamares.
En una esquina, una mujer vende ceviche por galón. En otros puestos se anuncia a los gritos pimienta, ajinomoto, ajo, recao verde y limón.
En el Mercado del Marisco, sobre la Avenida Balboa, hay abundancia, color, buena oferta. Pero los precios más altos del pescado y los mariscos han tenido sus consecuencias. "La venta está muy lenta; la gente pasa mirando y no compra nada", comenta Nitza González, desde su solitario puesto de venta de ceviche.
A Saturnino Bustamante le va mejor. "Es que hay que ser positivo", sostiene este hombre que lleva 35 años bregando en las marisquerías.
En el mercado, para esta época de Semana Santa, los pasillos húmedos se colman de clientes ansiosos por conseguir una buena pieza para las comidas del Viernes Santo. Mientras unos van de puesto en puesto comparando y otros compran sin mayores raciocinios, los vendedores golpean las tablas de picar y convierten los pescados en filetes, con envidiable maestría.
Celia Bethancourt cuenta que "comer pescado es una forma de rendirle tributo a Dios", y por eso compra contenta un par de libras de sierra. "Pero todo está carísimo", comenta.
La libra de pescado, explica uno de los vendedores, ha subido entre 50 y 75 centésimos, sencillamente porque los pescadores han incrementado los precios de sus productos. El cambio climático y el alza de los precios del combustible explican la situación.
"El pescado está escaso; por eso está más caro", añade el vendedor José González.
Pero, como la tradición se impone, las ventas siguen. Allí en el puesto de Julio Cazón y en el de Papo Fish. Donde el Rey de los Mares o donde Tío Catalino.
Son apenas las 9:30 a.m. y alguien por allí tiene estómago para comerse un vaso repleto de ceviche de mariscos mixtos.

