Las extensas llanuras de Natá de los Caballeros, que en la época colonial se extendían desde Chame hasta la provincia de Veraguas, eran conocidas por los conquistadores españoles como “el granero del reino” por su potencial ganadero y agrícola.
Fue allí, en esos verdes llanos –hoy ubicados en la provincia de Coclé–, donde las primeras vacas que pisaron el istmo encontraron el lugar propicio para pastar.
Con su pelaje de color bayo (un tono amarillento que varía desde el color crema hasta el castaño claro), la raza rubia gallega, que se caracteriza por su alto potencial cárnico, reinó en estas tierras marcando el inicio de la ganadería en Panamá.
Era el tiempo en que el virreinato de Natá de los Caballeros fluía en actividad comercial y las vacas eran muy codiciadas porque ofrecían grandes cantidades de carne y leche. Pero, con el pasar del tiempo, la raza rubia gallega se fue degenerando y su rendimiento ya no era de los mejores, lo que provocó inquietud a quienes se dedicaban a esta actividad.
Ante esta novedad la ganadería tuvo un pequeño tropiezo, pero vino a levantarse con el desarrollo de las grandes haciendas, en el año 1920, aproximadamente, gracias a la participación de las familias Chiari, Méndez, Piza, Linares, Duque, Morales, Campodónico y Márquez, entre otras.
Es, precisamente, en ese tiempo cuando para mejorar la calidad de la carne se importan de Estados Unidos (EU) y México los primeros animales de la raza guzarat.
Para la producción lechera, los hacendados trajeron de EU animales de la raza holstein, mientras que en 1950 la pardo suizo fue traída a Azuero debido a que resistía más el calor tropical, recuerda el ganadero Euclides Díaz.
De padres santeños, sonrisa fácil, mirada inteligente, tras unos gruesos lentes y seguro de cada una de sus palabras, Díaz señala que en aquella época el productor buscaba una raza que se adecuara al clima seco de Azuero y al ataque de los insectos, y el pardo suizo era el ideal.
Con más de 35 años dedicados a esta actividad, recuerda que sus primeras 25 vacas y un toro fueron de la raza brahman, que se las compró en La Mesa de San Martín al ganadero Noel Morón Arosemena. “Siempre he preferido esa raza porque es la base para cualquier cruzamiento”, aseguró.
En el afán de obtener mejores razas y regenerar la ganadería, los productores han encontrado en la fertilización in vitro una valiosa herramienta para elevar la calidad y aumentar la productividad de sus animales.
Razas de la categoría cebú (brahman, gyr, nelor y guzarat) y razas europeas (como holstein simental, senepol, angus, beef masters, pardo suizo, red poll, y sus mezclas) están siendo tratadas en laboratorio para perfeccionar la genética.
Una de las razas en que se trabaja para mejorar la producción de leche es en la gyr con la europea holstein. De este cruce se obtiene la gyrolando. Cada vaca puede dar 12 litros de leche diarios. Si están bien alimentadas, mayor será su rendimiento, cuyo nivel óptimo por día alcanza los 20 litros de leche.
El objetivo de cruzar las razas europeas con la cebuina es lograr mayor resistencia del ganado en el trópico, y alta producción de doble propósito (leche y carne).
La carne del ganado europeo es más suave a edades avanzadas, si se compara con la cebú. Un animal de la raza angus que pertenece a la categoría de razas europeas puede durar hasta 36 meses y su carne aún permanecerá tierna, mientras que un cebú la mantiene hasta 24 meses.
Fabio Garibaldo, del Centro de Enseñanza e Investigaciones Agropecuarias de Tocumen, de la Universidad de Panamá, dice que en este lugar se avanza en los mejoramientos genéticos de diversas razas, entre las que destaca la simbrah (que se origina del cruce del brahman con simental) y la japonesa wagyu.
Exótica por la suavidad de su carne, la raza wagyu es muy cotizada en Oriente y Europa, afirma Garibaldo, quien agrega que un embrión de este animal puede costar mil dólares y un kilo de esta carne en Japón tiene un precio de 89 dólares.
Por años la ganadería ha sido motor de desarrollo del país, aunque en estos momentos se cuenta con menos tierras para la actividad, debido al auge inmobiliario. Pero esto ha sido compensado con un mejoramiento genético que ha traído un negocio más rentable.
El sueño de los ganaderos de convertir al país en una plataforma para la exportación de embriones bovinos de alta calidad, es lo que les impulsa a salir del campo y entrar al laboratorio.

