Necesitaba viajar a Chiriquí por un fin de semana y no sabía cómo transportarme.
Un amigo me aseguró que el mejor medio era en bus, específicamente los de la ruta "Panamá-David". Me dijo que esta ruta tiene un mejor servicio que la otra, "Padafront", cuya travesía culmina en la frontera con Costa Rica.
Además, la empresa tiene una flota nueva, formada por vehículos con aire acondicionado, servicio sanitario y todas las comodidades.
Yo tenía mis dudas. Pensaba ir manejando mi propio vehículo, pero él me convenció que lo mejor era ir sin preocupaciones, durmiendo plácidamente en un asiento reclinable. Hoy, me arrepiento de mi credulidad.
Al inicio fue lo que esperaba. La terminal por ser viernes estaba repleta, así que tuve que sortear obstáculos en medio de la multitud.
Por suerte había comprado los dos pasajes, porque las filas eran muy largas.
A las 8:00 de la noche llamaron a los pasajeros que debían partir en el bus de esa hora. Al acercarme al control de salida tuve problemas porque no tenía los cinco centésimos que cobra la terminal de Albrook. En ese momento me asaltó una pregunta: ¿cuánta cantidad de dinero juntan con cada "real" que depositamos los pasajeros?
No hubo nadie que pudiera cambiarme las monedas, así que tuve que abandonar la fila y volver a formar.
Durante el trayecto a la rampa de salida del autobús me percaté que el espacio entre el pasillo y el vehículo era demasiado estrecho, aunque tarde porque ya me había tropezado varias veces.
Me sentí aliviado cuando pude entregar mi equipaje y mostrar mi boleto. De inmediato ubiqué mi asiento y me acomodé: cerré los ojos y me propuse que despertaría siete horas después cuando terminara el trayecto en la ciudad de David, provincia de Chiriquí.
Solo habían pasado 20 minutos, cuando el alto volumen de tres televisores me despertó.
El asistente del conductor había puesto una película y, por supuesto, sospeché que no iba a ser un "film art".
Lo que eligió para hacernos grato el viaje fue una historia oriental de karatecas, con muchas patadas, gritos y balas. Sobra decir que la violencia no es buena compañera para la almohada, y menos, si en una de las escenas aparecía un bus que estallaba.
La única opción que quedaba era esperar que la película terminara para intentar conciliar el sueño nuevamente.
Una vez que terminó y el bus quedó a oscuras, todo hacía suponer que los pasajeros podríamos dormir profundamente. Pero entonces llegó el "pindín caliente".
Como si fuera poco, el conductor del vehículo se detuvo un par de veces para subir pasajeros "ilegales", que se ubicaron en la parte de atrás, sentados en baldes, ya que el autobús estaba repleto.
Estos pasajeros fuera de registro representan ingresos extras para el conductor, pero generan molestias en los pasajeros que intentábamos descansar.
LLEGA EL SUEÑO
Dicen que el ser humano se acostumbra a todo, así que con un poco de esfuerzo, me quedé dormido. Pero no por mucho tiempo, ya que el asistente otra vez actuó como protagonista. Se encendieron las luces y aunque no faltó el que protestó el joven no se dio por enterado.
Lo que ocurría era que el amable señor tenía que recoger los tiquetes y él creyó que lo más oportuno era hacerlo a las 11 de la noche.
Por supuesto, fue una tarea larga, porque debía ir puesto por puesto. Los que no despertaron por la luz, él los sacudía y les pedía los boletos.
Entonces me pregunté ¿qué otra cosa más se puede esperar? Temí lo peor.
Efectivamente, a la media hora apareció otra vez mi amigo para anunciar que habíamos llegado a Santiago y que todos, por favor, podían bajar al restaurante.
Teníamos media hora para ir al baño, comprar algo en la farmacia y elegir algún platillo para cenar a las 12 de la noche.
La comida en el restaurante "Piramidal", no es necesariamente la más fresca y saludable del mundo; además de que está recalentada.
A los 45 minutos nos llamaron para seguir sufriendo, digo, seguir viajando.
Muchos pasajeros comieron y bebieron sodas y bebidas, por lo cual no faltó el que tuvo que ir al baño. Y aunque se le considera una facilidad, el problema de tener uno en un bus es el mal olor.
Después de Santiago el sufrimiento empeora. El camino tiene muchos baches, por lo que se agrega a los sobresaltos frenazos inesperados y la salida de la carretera para transitar por el hombro de la vía.
Agradezco a Panamá-David por haberme dado la oportunidad de ejercer valores como la paciencia y la tolerancia, pero la próxima vez pensaré dos veces antes viajar hasta Chiriquí en bus.
