Abilio González Peralta, alias Pili, era reservado y observador.
Confinado en una de las seis celdas del pabellón 7 de máxima seguridad de La Joyita, Pili saludaba con educación; pero cuando “quería sembrar la palabra”, no participaba ni comentaba.
“Pienso que sí era receptivo, pero no se abría”, dice el padre Luis Jiménez, de la Pastoral Penitenciaria de la Orden de La Merced en Panamá.
El nombre de Abilio González Peralta empezó a aparecer en los archivos policiales desde 1976, cuando tenía 16 años.
Nacido el 8 de octubre de 1960, al principio fue investigado por casos “nimios”: hurtos menores, hurto de automóviles, tráfico de drogas.
Para 1983, ya se le investigaba por robo a mano armada y, en 1987, por homicidio.
“Él estuvo en La Modelo y en La Joyita. Salía y lo volvían a meter”, cuenta Ignacio Taylor, jefe de la División de Localización y Captura de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ).
En 2005 fue el cabecilla de la banda que asaltó las oficinas del Multicredit Bank de Vía España, de donde se llevó un poco más de 2 millones de dólares.
“Es el robo al banco más cuantioso y el menos sanguinario” que se recuerda, comenta Taylor.
De este dinero, la policía logró recuperar 7 mil 500 dólares en efectivo, 10 mil dólares en prendas de oro y 15 mil dólares en bienes, pero del resto del dinero, ni rastro.
“Ni idea de dónde está. Presumimos que lo tiene escondido en algún lugar, con alguien que conoce”, afirma Taylor en presente, como si Pili estuviera vivo.
Abilio González Peralta llegó a la Sala 31 del Hospital Santo Tomás reservada a los detenidos el 21 de noviembre de 2009, luego de varios días de estar esperando que lo trasladaran al nosocomio.
Los médicos del penal le habían encontrado una “tumoración en el abdomen” y se sospechaba de algo grave. Para que aguantara, le daban antiinflamatorios y protectores gástricos.
Pero con el antecedente de fuga que pesaba sobre él huyó del Santo Tomás con la ayuda de un custodio en 2008, parece que las autoridades no creían en la veracidad de las quejas de Pili.
Al llegar al hospital, los exámenes confirmaron las sospechas: lo que Pili tenía era un cáncer de páncreas avanzado, muy agresivo, y por eso seguramente había perdido el apetito, sentía náuseas, estaba débil y sufría de dolores en el vientre.
Sabido el mal, se le refirió al Hospital Oncológico y se pidió autorización para dejarlo en casa. Pasaron cuatro semanas y ni se refirió, ni se le dio la autorización.
Finalmente, murió el viernes 18 de diciembre, a los 49 años, y a la morgue fueron a reclamar su cuerpo varias personas.

