Rayas, tímidas pero temidas

Rayas, tímidas pero temidas
Rayas, tímidas pero temidas

"Le juro que yo pensé que me había arrancado el pie. El dolor era brutal", expresa todavía con impresión Temístocles Díaz, un médico que vivió en carne propia el "aguijonazo" de una raya.

La reciente muerte del australiano Steve Irwin ha sacado del anonimato a este animal que pareciera ser uno de los "monstruos" más peligrosos del océano, y del que bañistas y buzos deberían protegerse.

Sin embargo esto no es así, pese a las consecuencias del ataque. "Que la raya va a buscar al ser humano para atacarlo, eso no sucede. Estos peces son tímidos", asegura Edgardo Ochoa, director del Programa de Buceo Científico del Instituto Smithsonian.

Por su parte, el biólogo marino Benjamín Ordóñez, del mismo Instituto, indica que las rayas no son agresivas en sus ataques, pues "éste es un mecanismo de defensa que solo usan cuando se sienten amenazadas".

Eso fue lo que al parecer le sucedió a Irwin y que experimentó Temístocles Díaz mientras se bañaba en una playa en Farallón, en Coclé.

Él supone que un amigo movió el animal del agua y que, en respuesta, éste atacó su dedo gordo del pie derecho como una flecha. Eran las 10:00 a.m. del 1 de enero de este año y eso complicó el asunto, comenta.

Aunque tomó analgésicos y visitó un centro médico, el pie empeoró en la tarde: "Se puso negro y frío. Tuve que regresar a urgencias", dice.

Su cuerpo se comportaba así porque tenía un tendón roto y porque el veneno inyectado por el aguijón ya causaba sus primeros efectos.

Díaz, quien también es cardiólogo, comenta que el veneno "tiene una neurotoxina, que puede alterar la conducción nerviosa; una cardiotoxina, que puede afectar el funcionamiento del corazón, y una necrotoxina, que puede producir muerte local de los tejidos".

A esto se le suma, agrega, una sustancia que se llama serotonina y que tiene acción vasoconstrictora, es decir, que para el flujo sanguíneo. "El veneno de la raya es uno de los vasoconstrictores más peligrosos encontrados entre las toxinas naturales", afirma .

Después de una cirugía, tres días de hospitalización, dos meses de terapia de rehabilitación y seis semanas de incapacidad usando una bota especial, el cardiólogo recuperó la movilidad del pie.

Tras su encuentro con la raya, Díaz buscó información en Internet e incluso, después de la muerte del naturalista, escribió un texto sobre el particular animal junto con su colega Irma Kwai.

Sin pena, no oculta su temor: desde enero solo ha entrado de nuevo al mar en una oportunidad.

No son agresivas

Además de vivir en pastos marinos y arrecifes de coral, las rayas son peces cartilaginosos que se posan y se cubren sobre fondos arenosos.

Es por esta razón que las heridas son por lo general en los pies, pues al no distinguir su presencia las personas las pisan, indica Ordóñez.

Los dos biólogos coinciden en que la herida es muy dolorosa, pero que en muy pocos casos resulta mortal.

Depende más del lugar del cuerpo que fue punzado, como le ocurrió al "Cazador de Cocodrilos", manifiestan.

Es erróneo decir que las rayas y las mantarrayas son lo mismo. Ordóñez señala que las primeras habitan en aguas poco profundas y tienen en la cola uno o dos espolones en forma de sierra con bolsas venenosas.

"A diferencia de éstas, las mantarrayas tienen un cuerpo más definido, tienen una cola muy larga sin espolón, son filtradoras de plancton y viven en aguas profundas", comenta.

En cuanto a las rayas, Ochoa asevera que se calcula que en el mundo hay unas 650 especies y que en Panamá, por lo menos en el Pacífico, existen entre 20 y 25.

El tamaño es otra de las diferencias: mientras una raya grande puede llegar a medir dos metros, una mantarraya alcanza los nueve metros.

Así de primitiva

Chondrichthyes es el nombre de la clase que incluye a los tiburones y rayas, y que habita los océanos desde hace unos 400 millones de años.

Su antigüedad evidencia porqué a estos peces planos, que se entierran para protegerse de los depredadores, se les considera primitivos.

"Las rayas son activas en el día y están muy cerca de las playas buscando crustáceos o moluscos", dice Benjamín Ordóñez.

Una de las curiosidades del animal es que puede regenerar cada cierto tiempo el aguijón que usa para su defensa y que, de hecho, puede medir hasta 30 centímetros de largo, de acuerdo con el tamaño del pez.

Y aunque las muertes por "aguijonazos" son poco comunes, pisar las rayas y sufrir una herida es más frecuente.

Es por esta razón que los médicos Díaz y Kwai reiteran que este tipo de lesiones no deben subestimarse si se tiene en cuenta la acción de las toxinas.

También hacen un llamado: "que se haga un mapeo de ubicación de estos animales en las aguas del Pacífico y del Atlántico para orientar a los bañistas".

(Vea INNOVA: Algunas precauciones para evitar una picadura)


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