"Hasta siempre Boca Town". Esta frase le dio la despedida al legendario inmueble afroantillano que se incendió el 21 de febrero de 2002.
Hoy la calle cuarta de Río Abajo, donde durante décadas estuvo enclavado el viejo caserón, respira vientos de cambio que llenan de nostalgia a sus habitantes.
Ha llegado gente de otros lares y los descendientes de los negros que llegaron con la construcción del Canal tomaron otro rumbo, o simplemente fallecen poco a poco.
Después del siniestro, a muchas de estas familias se les reubicó en casas en Arraiján y Tocumen, y así poco a poco la comunidad afroantillana de Río Abajo ha ido dispersándose.
Carmen Odassa McIntosh fue víctima del fuego que consumió a la Boca Town. Desde entonces vive con su familia en una de las pocas construcciones de madera que quedan en esta calle.
Con su español marcado por un inglés criollo, la mujer de piel negra y elaboradas trenzas añora la época en que la comunidad afroantillana podía darse el lujo de vivir unida.
Las construcciones modernas y los talleres han desplazado al viejo modelo de casa caribeña que era insignia del barrio, a tal punto que solo se pueden contar unas 35.
La mayoría está en avanzadas condiciones de deterioro; otras están abandonadas y son refugio de maleantes.
El Río Abajo que nació en 1920 como una necesidad de vivienda para los obreros del Canal que llegaron de Jamaica, Martinica, Barbados, Isla Caimán entre otros, se convirtió en un hervidero comercial en el que proliferan los talleres. De hecho, Javier Ortega, representante del corregimiento, tiene informes que indican que hay unos 300 talleres.
Decenas de edificios emergen en la zona, mientras que en la Vía España los bancos, restaurantes y negocios pequeños le dan al sector un toque de desordenada prosperidad.
En una esquina cerca a la entrada de la calle 14, Francisco Small, conocido en el barrio como "Fanso", aguarda para abrir dentro de pocos días su puesto de comida "chomba".
‘IDIOMA PROHIBIDO’
Fanso es experto en preparar sopa rondón, coo-coo, chupé de camarones, bacalao, saus, pan bon, rabo encendido, icing glass y ginger beer, pero dice sentirse muy triste porque la última generación de afroantillanos está perdiendo la costumbre de hablar inglés, una característica que siempre los distinguió e incluso a comienzos del siglo XX les trajo muchos problemas.
Cuenta la historia que en aquella época era un tabú hablar inglés y menos con acento antillano. Este idioma era exclusivo de los estadounidenses que vinieron a dirigir la construcción del Canal.
Fanso es otro hijo de la Boca Town que extraña los días en que se bailaba cuadrilla, se jugaba dominó y las mujeres de Río Abajo se ataviaban con pañuelo blanco en la cabeza.
Agrega que ya los ancianos no se visten con pantalones naranja ni verde como lo hacían antes, por temor a ser exhibidos en plena calle.
No obstante, Small agrega que alrededor de 500 anfroantillanos que aún viven en el corregimiento se refugian en la Logia.
"Justice Lodge", dice el letrero, y en ella se reúnen cada jueves para enseñar a los pequeños a bailar cuadrilla, para escuchar calipso y para mantener vivas sus costumbre políticas y religiosas.
En medio de la calle 10 reposa otra de las edificaciones que nació en la época de la construcción del Canal. Con la pintura descascarillada y con la madera a punto de desvanecerse, apenas sobrevive la Casa Colonial, donde aún viven 96 familias.
Melany Johnson ha estado toda su vida en este sitio y afirma que el barrio está tan saturado que ya los niños no tienen áreas verdes para divertirse.
A Johnson no le preocupa que Río Abajo sea un sector inseguro. De hecho afirma que eso a ella no le afecta, pero sí se queja de la fila de talleres que han ido devorando las calles.
También resiente el hecho de que los comerciantes recién llegados no le brindan oportunidad de trabajo a la gente del barrio, y es que, según ella, la falta de oficios y la escasez de vivienda son los principales problemas de la comunidad.
A pocos metros de la Casa Colonial se encuentra la también famosa calle 11 y 1/2, una hilera de viviendas condenadas y varios edificios de apartamentos caracterizan al sector.
En la casa 24 vive Antonio Quintana, conocido en el sector como "can-can", un peluquero de vieja data que ha sido testigo de la transformación de Río Abajo, no en vano ha pasado casi 40 años en esa zona y se conoce cada rincón.
"Ya no es el Río Abajo de antes, ha llegado mucha gente del interior y de República Dominicana y se ha ido perdiendo la identidad del barrio de negros", cuenta el peluquero.
EL FUTURO
El corregimiento que cumplió 69 años el pasado 18 de junio, hoy cuenta con casi 30 mil habitantes, y pese a que en la mayoría de los casos suele hablarse del Río Abajo de violencia y hacinamiento, ya en sus entrañas la realidad cuenta otra cosa. Las urbanizaciones Villa Rica, Villa Gabriela, Villa Lorena y Altos del Río, pueden dar fe de ello.
También lo dicen los constructores y comerciantes que han apostado por el sector, que ha quedado en el corazón de la capital.
Dentro de poco habrá una biblioteca y una infoplaza en la calle 6a, a un costado de la junta comunal. También habrá un cambio físico en el mercado de legumbres frente a calle 17.
Definitivo. Ya nada es igual. Pero la bodega Kelvin y la Iglesia de Piedra siguen allí como testigos de sucesos y cambios que pusieron fin a emblemas como la Boca Town.
