Narra la historia que en 1502, durante su cuarto viaje a América, Cristóbal Colón recorrió varios destinos en el Caribe, incluyendo las costas de Honduras, Costa Rica y Panamá.
Al llegar al archipiélago de Bocas del Toro –uno de los principales destinos turísticos del Panamá de hoy–, Colón se enfrentó a un mar enfurecido y ruidoso que los exploradores comparaban con los sonidos emitidos por las fauces de algún animal. Fue así que a la parte noroccidental de la Isla Colón –bautizada así en nombre del almirante– la llamó “Boca del Drago”, haciendo alusión a una boca de mar que rugía como un dragón.
El poblado actual de Boca del Drago está a unos 30 minutos en carro desde el aeropuerto de Isla Colón. Hay fincas, casas de madera, restaurantes, cabañas, y playas con aguas cristalinas y palmeras, donde disfrutan bañistas locales y extranjeros.
Bajo las doradas arenas y la vegetación tropical reposan vestigios arqueológicos de sus primeros habitantes y de la época colonial. Estos hallazgos pudieran convertirse en otro atractivo de este enclave paradisiaco.





