Son las 6:00 p.m. Unas 100 personas mayores de 65 años en la junta comunal de San Francisco esperan que empiece una consulta ciudadana que pondrá a consideración de los vecinos el cambio de uso de suelo de cinco proyectos.
La sala está repleta. La gente murmura sobre la falta de planificación en el barrio. "Estamos perdiendo", dice uno, mientras otro asegura que "esas reuniones no sirven. Igual aprueban las cosas".
José Batista, director de desarrollo urbano del Ministerio de Vivienda, rompe el silencio a las 6:15 p.m.
Miri de la Guardia, de la galería Allegro, expone el primer caso. Se trata de la mudanza de su local, de la calle 73 a la 64.
De la Guardia no ha terminado de hablar y ya los asistentes se pelean por el micrófono. Aducen que las angostas calles son usadas como estacionamiento, pero de la Guardia asegura que su local tendrá 10 estacionamientos. Aunque agrega que tendrá valet parking para eventos especiales, recibe miradas desconfiadas.
Los arquitectos Carla López y Rodrigo Mejía-Andrión, y Dorita Boyd de Pérez B. oyen callados. Batista está serio y cabizbajo, y el arquitecto Álvaro Uribe persigue su mirada.
Batista mira el reloj impaciente: son las 7:30 p.m. Carlos Pérez Herrera, representante de San Francisco, habla como autoridad y como residente. Aduce que las publicitarias se toman la calle para estacionar.
Las aguas negras y el tráfico, más quejas. "¿Dónde está Obras Públicas y el Tránsito?", preguntaban los presentes.
Batista le pide a los asistentes que se enfoquen en los proyectos y no en los problemas de sus calles. "Si quieren me quedo a hablar de eso hasta las 12:00 de la noche", dice.
Segundo caso. El arquitecto George Moreno II pide un cambio de suelo en Paitilla para levantar una torre familiar de 12 pisos. El proyecto tendrá cuatro aparcamientos por familia y 18 de visita, pero los asistentes desconfían y se levantan a ver los planos.
Sostienen que el tráfico no se soporta. Moreno dice que su proyecto no empeorará eso. "Si fuera de otro...", se oye atrás.
Las inundaciones son otra queja, pero Batista dice que ese problema es viejo. "¿Y eso qué diferencia hace?, dice uno.
De ahí, otra pregunta del público: ¿Dónde está el Idaan?
7:50 p.m. El arquitecto José Aparicio solicita suelo comercial para anexar una torre a la Asociación Nacional de Avicultores, que opera desde hace años con permiso residencial, a pesar de ser un negocio. "Ahora se están legalizando", se ríe alto Pérez Herrera.
8:00 p.m. La sala está vaciándose, pero Jaime Salas, el ingeniero municipal, va llegando. Se sienta sin saludar. Se ve asueñado y de mal humor.
Eduardo Salaveri y Nivaldo Carbonell, de Biolab (venta de equipos de laboratorio), quieren mudar sus depósitos y oficinas a calle Belén. Los residentes aseguran que las idas y vueltas de los camiones incrementarán los tranques, choques y ruidos de esa vía.
Berta Medina, residente, relata llorando el valor espiritual de esa calle: "he perdido la audición por el ruido. Esto tiene que ser residencial. He dicho".
Elena Vial la apoya, diciendo que los nuevos proyectos merman la calidad de vida de los residentes. En esa calle se están construyendo dos edificios, sostiene Mae de Garuz.
Un extranjero que se dedica a bienes y raíces se levanta. "Hacen cambios de suelo arbitrariamente", dijo mirando desafiante a las autoridades.
Salas repite, agitado: "no es así". Los pocos asistentes que quedan apoyan al extranjero. ¿Quién es usted?, preguntan. "Jimmy Salas, ingeniero municipal".
9:20 p.m. Acaba la reunión.
Batista lo dijo la semana pasada: "los ciudadanos solo emiten una opinión". Amanecerá y veremos.