LA TRAGEDIA DE LA MARTÍN SOSA | LA HISTORIA DE DOLOR DE LA FAMILIA ESCARTÍN.

Sueños consumidos por las llamas

Sueños consumidos por las llamas
Sueños consumidos por las llamas

Rafael Luna Noguerarluna@prensa.comFaltaba poco para la 1:00 p.m. y Zuleyka Cedeño tenía pereza de levantarse. Sus dos chiquillos jugaban inquietos a su alrededor y le insistían que los llevara al juego. Querían merendar con el equipo y demostrar sus dotes de nóveles futbolistas.

Zuleyka Cedeño, una arquitecta de 32 años dedicada a los oficios del hogar, estaba acostumbrada a que sus dos pequeños practicaran fútbol en la escuelita del Real Madrid en Clayton, y que su abuelo paterno los buscara para llevarlos hasta la cancha. Pero aquella tarde del lunes el abuelo, Julio Escartín Ruiz, no podía trasladar a los muchachos y le tocaba a ella hacerlo en bus.

Luego de la insistencia de los niños: Alvin, de ocho años, y Josué, de cuatro, la mujer se vistió y con paciencia salió de la casa, en Las Colinas del Este.

Madre e hijos tomaron un bus hasta San Miguelito y desde allí abordaron la unidad 8B-06 de la ruta Corredor-Mano de Piedra. No había nada ni nadie que les advirtiera sobre lo que estaban por vivir.

Cuentan los abuelos que en el trayecto, por el corredor, Zuleyka llamó dos veces por celular a su esposo, Edgar Escartín, para informarle que el autobús iba con problemas y que ella pensaba bajarse en la parada de La Cresta.

Plomero de oficio, el padre de los menores terminó rápido sus ocupaciones y se dirigió hasta el lugar del encuentro. Instantes después presenció el incendio del bus, sin saber que adentro de éste viajaba su familia.

Transcurrieron los minutos y las horas y ante la ausencia de su esposa, Edgar Escartín comenzó a atar cabos y a sospechar que algo malo había pasado.

Fue a los hospitales cercanos y buscó afanosamente a sus niños, pero no los halló. No fue sino hasta ayer en la mañana cuando confirmó la noticia: sus hijos y su esposa iban en aquel autobús que ardió con saña hasta llevarse la vida de 18 panameños.

"La culpa de esto la tiene el Gobierno, que por dinero acepta cualquier sinvergüenzura; y el dueño del bus y el chofer, que a sabiendas de que la unidad iba con fallas no se detuvieron", denunció Julio Escartín.

Relatos de una tragedia

Historias como las de la familia Escartín embargan a cuando menos 16 familias panameñas, que ayer abarrotaron las instalaciones y las cercanías de la Morgue Judicial en procura de identificar a sus familiares.

Como César Augusto Camargo, quien perdió a su esposa, Agripina Sánchez, empleada de la Asamblea Nacional; y a su hija, Yaneth, que cursaba el primer año de relaciones exteriores en la Universidad Panamericana.

O como el pastor evangélico Eulalio Jiménez, cuya esposa, Noritza Tejada Lasso, fue sorprendida por la muerte cuando se dirigía a realizar algunas compras en Calidonia.

Noritza iba en compañía de su hijo Juan David Jiménez, de 10 años, a quien tuvo tiempo de arrojar del bus encendido, antes de ser abrazada por las llamas.

Nilka Herrera Espinoza también era esposa de un pastor, David Herrera, y juntos predicaban la palabra en Nuevo Progreso, Torrijos Carter.

La mujer, de 39 años, cursaba estudios a distancia y era maestra de un jardín de infancia.


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