La casa de Grace Fawcett, madre de Vanessa Márquez, es una más de una improvisada barriada juandieña, identificable por las paredes mamey y el letrerito que dice ‘Let’s be happy while we are here’ (Seamos felices mientras estamos aquí).
Se llega a ella salvando un trecho de maleza amenazante y piedras polvorientas que llevan al estacionamiento donde un Tercel comparte espacio con una señora de canas. "He revisado los periódicos y no hay nada", dice desde su mecedora, a manera de saludo. Se refiere a la muerte de su nieta y lo dice con el desencanto de quien teme más a la indiferencia que al qué dirán.
Mientras habla, llega a casa su hija Grace; y nos invita a pasar al sitio donde Vanessa (19 años) vivió hasta el 3 de marzo pasado. Un haz de luz deja ver el sofá de cojines aterciopelados, como los de las mueblerías de la avenida B, y el retrato de Vanessa con su hijo de cuatro años.
Adrián nació cuando Vanessa tenía 15 años, una entre las 511 menores que salieron embarazadas ese año, según los registros oficiales. "Mi hija", justifica Grace, "no pudo terminar sus estudios; tenía la responsabilidad de atender a su hijo. Aunque, tengo que ser honesta, en realidad era un grupo el que atendía al niño: el papá y la abuela paterna y Vanessa y yo".
"Vanessa no tenía trabajo permanente, pero repartía volantes. Así ganaba un dinerito. También habían planes de terminar su escuela. Quería coger cursos de inglés…". "Ella era sumamente cariñosa, una muchacha dócil y tranquila. Normal. Jamás peleábamos fuera del: ‘Vanessa, arregla tu cuarto. Vanessa, levántate. Vanessa, no llegues tan tarde. Si vas a llegar tarde, llámame’".
ESE DÍA, VANESSA NO VOLVIÓ
Ayer culminó la diligencia judicial mediante la cual se reconstruyeron las horas previas a la muerte de Vanessa. Fueron dos días de declaraciones y representaciones, con los curiosos de siempre alrededor. El objetivo: saber cómo murió.
"El 3 de marzo, Vanessa se levantó temprano, como a las 9:00 a.m.. Desayunó corn flake con leche. Me parece verla con un pantalón bien bonito. Se puso a ver televisión; ella veía mucho Canal 23. ‘Mami, voy a ir a una fiesta en Paitilla, voy con unas amigas’", me dijo. "Yo le pregunté a qué hora volvería. Y ella dijo: ‘a las 10, 11’. Entonces me fui para Los Pueblos".
Grace notó la ausencia de su hija al día siguiente y enseguida marcó su celular – "Vanessa tenía uno de esos siemens chiquititos, no hacía mucho lo había comprado"– pero no contestaba. "Es raro", le comentó a su mamá, "Vanessa pudiera llegar tarde, pero no faltar". Grace quedó con la inquietud y, a mediodía, se sentó a ver las noticias. Escuchó que habían encontrado a una joven en Paitilla. Relacionó que Vanessa había ido a una fiesta en ese barrio de clase alta. Sintió el corazón que le quería estallar. Empezó a temblar. La televisión siguió hablándole: "la víctima tenía lentes de contacto, un piercing en el ombligo, cabellera negra". Inquieta, Grace se dirigió a casa de su hermana, al lado. "Nos topamos a medio camino: sentimos la misma corazonada".
Volviendo al presente, Grace repasa el entorno: "Esta es la humildad con que vivimos. Realmente me incomoda que pensaran que Vanessa… no sé… sacaba cantidades de dinero… eso no es así. Antes de que Vanessa falleciera yo trabajaba en Paitilla, como auxiliar, cuidando a un señor que ya murió. Además, el papá del niño le daba una ayuda. Y mi señor siempre ha apoyado".
En cuanto a lo que se ha dicho de Vanessa, que consumía drogas, que participaba en fiestas en las que se ofrecía placer a cambio de dinero, Grace asegura que "la manera de manejarse de Vanessa no me indicaba que ella anduviera en ese tipo de cosas".
Al final, la verdad es que todos no nacen con las mismas oportunidades, pero sí aspiran a tener las mismas cosas materiales. Así las cosas, ¿quién puede tirar la primera piedra?
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