Estamos en la era del cambio. Todos los libros para ejecutivos aficionados -o afligidos-, todos los manuales de autoayuda y pseudoterapia nos avisan que quien no esté listo para el cambio, mejor se despide del futuro.
Pero... ¿qué significa cambiar? Según conjuga este verbo el Gobierno, puede significar varias cosas. Cuando se anuncian cambios en el Gabinete significa mudar de ropa o barajar las mismas cartas para construir otro castillo de naipes. Cuando se hacen cambios en las segundas filas, se puede leer como regreso de antiguas fichas de la política nacional y de la etapa militar.
Cuando el director del Sistema Penitenciario, Carlos Landero, concretó los cambios que había anunciado un mes antes, nos dimos cuenta que en realidad se trataba de un intercambio de puestos y nombres: el de esta cárcel para aquel centro penitenciario y el denunciado como asesor legal (puesto clásico para remansar aguas).
El cambio no parece cambio sino involución. Eso sí, lo que cambian son las formas, porque la política parece seguir igual y eso no es buena noticia. Más de lo mismo.