“La meta es el puente de San Miguelito”, gritó Carlos Efraín Guzmán Baúles a la multitud de civilistas que marchó desde Las Cumbres hasta el puente de San Miguelito, ese domingo 13 de septiembre de 1987, en protesta por el asesinato del médico Hugo Spadafora.
Esas fueron sus últimas palabras antes de recibir una bala calibre 38 en la cabeza, recuerda hoy –22 años después– su hijo, quien lleva el mismo nombre. Su recuerdo aún está lleno de dolor, ante una justicia que no llegó.
En junio de 1994, un jurado de conciencia absolvió a los únicos imputados en este homicidio: Martín Caicedo Amado, América Córdoba y Armando Palacio Góndola.
Guzmán hijo considera que el juicio por la muerte de su padre se llevó a cabo cuando aún estaba muy reciente la caída de la dictadura, y por esta razón el sistema judicial no reunía las garantías.
Sobre el día del crimen relata que la manifestación civilista se produjo en medio de un ambiente de amenazas por parte de las personas que apoyaban el régimen de Manuel Antonio Noriega. Además, que la alcaldesa de San Miguelito –en ese entonces Balbina Herrera– días antes había lanzado expresiones como “civilista visto, civilista muerto”.
Posteriormente, indicó, se produjo el enfrentamiento en el puente de San Miguelito. Los civilistas se enfrentaron con unas personas que participaban en un culeco en el puente, mientras que tres francotiradores hicieron disparos certeros que le causaron la muerte a Guzmán Baúles. “No podemos olvidar... porque si olvidamos lo que ocurrió hace 22 años, podríamos estar condenados a repetir la historia”, dijo Guzmán hijo.
Del proceso, al hijo del mártir civilista se le grabaron las acusaciones: que Caicedo Amado estaba señalado como uno de los que hicieron los disparos; que Palacio Góndola era jefe del área militar, y que Córdoba fue señalada como la que organizó los culecos en el área.

