25 AÑOS DESPUÉS. MANUEL ANTONIO NORIEGA ASPIRA A REGRESAR A PANAMÁ SIN TEMOR.

El ascenso del último tirano

El ascenso del último tirano
El ascenso del último tirano

Eran casi las 10:00 a.m. del 12 de agosto de 1983. En el Fuerte Amador de las áreas revertidas, un radiante sol golpeaba el rostro de la tropa que estaba formada en posición de saludo militar. De pronto, el general Manuel Antonio Noriega caminó hacia el centro del escenario y, con un leve golpe en el hombro izquierdo, le dijo a quien en ese momento reemplazaba en la jefatura, el general Rubén Darío Paredes: “buen salto, Rubén”.

En su discurso de cambio de mando, Noriega, quien para esa época tenía 49 años, señaló: “la Guardia Nacional velará por la paz cristiana, no por la paz de los cementerios ni la que imponen los más fuertes a los más débiles”.

Pero lo que el país no sabía era que en los próximos seis años Noriega se convertiría en el “todopoderoso panameño”, que no habría tal paz, sino muchos más muertos en los cementerios, principalmente sus opositores.

Hoy se cumplen 25 años de ese ascenso al poder y todavía en muchos panameños retumban algunas de sus famosas frases: “Ni un paso atrás” y “las esposas de los golpistas no les llevarán comida a sus celdas, sino flores a sus tumbas”.

En esos seis años, entre 1983 y 1989, el dictador sentó en el Palacio de las Garzas a cinco presidentes: Jorge Illueca (1983); Nicolás Ardito Barletta (1984); Eric Arturo Del Valle (1985); Manuel Solís Palma (1988) y Francisco Rodríguez (1989). Además, destituyó a tres mandatarios: Ricardo De La Espriella (1984); Ardito Barletta (1985) y Del Valle (1988).

También se le señala como responsable de arreglar la elección presidencial de 1984 y de anular la de 1989.

La Comisión de la Verdad, creada en 2000 para investigar los asesinatos y desapariciones forzadas durante la dictadura militar (1968-1989), sostuvo que mientras Noriega gobernó, se registraron 31 de los más de 110 crímenes cometidos en esos 21 años; es decir, 28% de los asesinatos, incluyendo la decapitación del médico Hugo Spadafora (1985).

El Tony también sobrevivió a cuatro intentonas golpistas. Dos del coronel Roberto Díaz Herrera, quien lo acusó públicamente en 1984 y 1987 de fraudes electorales, corrupción y asesinatos, pero solo logró su baja de la institución armada y el destierro del país.

Una más del coronel Leonidas Macías, quien en marzo de 1988 también fracasó al intentar derrocarlo; y otra, el 3 de octubre de 1989, liderada por el mayor Moisés Giroldi.

Esa última vez, la suerte volvió a acompañar al entonces “Hombre Fuerte de Panamá”, y los 12 alzados, incluyendo a Giroldi, fueron ejecutados.

A principios de diciembre de 1989, la Asamblea Nacional designó a Noriega como jefe de Gobierno y este, machete en mano, le declaró la guerra a Estados Unidos, luego de que ese país lo acusara de narcotraficante desde 1988.

El 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos invadió el país, y el 3 de enero de 1990 Noriega se entregó al ejército invasor.

En 1992 fue condenado a 40 años de prisión, pero se le rebajó la pena, y en septiembre de 2007 terminó su sentencia. Hoy espera por un proceso de extradición solicitado por Francia.

Y mientras espera, aún viste su uniforme militar, y con 74 años exige volver a Panamá.


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