VÍCTIMAS DE MINAS ANTIPERSONALES CUENTAN SU HISTORIA POR PRIMERA VEZ

‘Cuando caí al piso sabía que estaba mutilado’

‘Cuando caí al piso sabía que estaba mutilado’
‘Cuando caí al piso sabía que estaba mutilado’

Hace frío en la pequeña sala de espera situada en el tercer piso del Hospital San Fernando, y los cabos Alexander Pérez y Aristides Guevara cubren con la sábana sus muñones.

Transcurre la mañana del miércoles 4 de agosto y es la primera vez que Pérez y Guevara hablan con los periodistas, luego de resultar heridos por la explosión de minas antipersonales colocadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la ruta hacia uno de sus campamentos, dentro del territorio panameño, en el sector conocido como playa Isaías, Darién.

Son jóvenes, o al menos sus rostros ocultan bien la pesada carga del servicio armado. A pesar de lo sucedido, reciben a los periodistas con una sonrisa. Tras bastidores hay oficiales uniformados del Senafront, como un recordatorio de hasta dónde pueden llegar. Pero lo cierto es que ninguno interviene.

El primero en contar es Pérez, aunque Guevara fue el primero en caer.

Eran aproximadamente las 9:30 a.m. del 24 de junio pasado, y cerca de 40 hombres (integrantes de una de las dos compañías que participarían en la operación) ya habían “tomado” la playa Isaías y se disponían a ingresar a la jungla por una trocha.

El Senafront tenía información de inteligencia acerca de la instalación de campamentos guerrilleros en la zona y se disponía a “barrerlos”.

“Cuando íbamos avanzando hacia la jungla me sorprendió la explosión [Guevara nunca escuchó el clic de la mina al activarse], solo la explosión, que me tiró... Cuando caí al piso sabía que estaba mutilado. Luego me atendieron los paramédicos y me sacaron al hospital de Jaqué. Todo el tiempo estuve consciente”, recuerda.

Para sorpresa de muchos, el cabo Aristides Guevara era el segundo hombre en la fila, pero el estallido no le hizo nada ni al primero ni al resto de los hombres que venían atrás.

Le arrancó el pie izquierdo a él y con este sus anhelos de hacer vida activa dentro de las filas del Senafront.

Al llegar al centro de salud se desplomó y a partir de allí no recuerda nada, solo despertar muchas horas después en el Hospital San Fernando, en la capital.

Dicen que en episodios violentos, como el vivido por Guevara, el cuerpo genera tal cantidad de adrenalina que la víctima no siente dolor a pesar de la gravedad de sus heridas. Pero el cabo refuta ese mito. “Sí hay dolor, mucho dolor”, cuenta.

Guevara no tiene preciso a qué distancia estaba del campamento guerrillero cuando ocurrió la explosión. En cambio, Pérez sí. Él y los restantes casi 40 hombres de su compañía ya habían caminado por donde Guevara activó la mina e incluso pasado por lo que se sospecha eran las instalaciones de un viejo campamento del Frente 57 de las FARC. Y cuando iban más adentro, de pronto vino la segunda explosión.

Pérez, quien es un poco más dicharachero que Guevara, recuerda que pasaban de las 4:00 p.m. cuando activó el artefacto. Él iba de primero en su escuadra (o pelotón), que a su vez era la cuarta en pasar por el lugar.

“La explosión me tiró hacia arriba y caí de golpe al piso. Yo tampoco sentí nada [el clic]. Solo pisé y ¡pum¡, ocurrió la explosión”, dice.

Al igual que su compañero en la mañana, fue atendido en el sitio por paramédicos del Senafront y luego llevado al centro de salud de Jaqué y de allí al Hospital San Fernando. También estuvo consciente casi todo el trayecto. Pérez perdió parte de la pierna derecha y parte del brazo del mismo lado.

Sin saberlo, él y sus compañeros –que resultaron ilesos– caminaron durante horas por lo que parece haber sido un campo minado por la guerrilla.

De hecho, en días posteriores a los sucesos, otros uniformados del Senafront recuperaron por lo menos cinco minas más en la zona, un sector que, según el ministro José Raúl Mulino, parece haber estado en poder de los guerrillerosdurante muchos años, con la complicidad u omisión, no sabe, de las fuerzas panameñas.

Un mes y 11 días después de las dos explosiones –y no una, como siempre dijo el Ejecutivo– las heridas físicas de Pérez y Guevara han sanado satisfactoriamente, pero siguen en el hospital.

“Lo que viene ahora es la terapia para adaptarnos a las prótesis, lo cual no se sabe cuánto tiempo puede durar”, explica Guevara.

Ambos, según les prometió su jefe, el comisionado Frank Ábrego, permanecerán en las filas del Senafront, pero detrás de un escritorio, realizando labores administrativas.

Y cuando se les pregunta por la guerrilla colombiana, responsable de lo sucedido, Guevara afirma no tener resentimientos. Pérez guarda silencio.


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