En Estados Unidos, presidentes van y vienen, pero los magistrados de la Corte Suprema llegan al cargo con un nombramiento vitalicio.
Sandra Day O’Connor, la primera mujer en ocupar una magistratura en la Corte Suprema estadounidense, estuvo allí por 24 años. El magistrado John Paul Stevens, de 85 años de edad, ya lleva 30 años de estar en la Corte Suprema y no está dando indicios de quererse jubilar pronto.
Pero si cada vacante en la Corte Suprema presenta al Presidente de turno con una oportunidad valiosísima de prolongar el impacto de su mandato, la vacante que O’Connor ha dejado con su renuncia, presentada hace dos semanas, es de valor especial para el presidente George W. Bush, porque O’Connor era la figura "bisagra" en una Corte divida igualmente entre liberales y conservadores.
En un número plural de temas controvertidos, el voto de O’Connor [una conservadora mesurada] inclinó a la Corte –por margen de 5 a 4– hacia posiciones que podrían calificarse como un "conservadurismo pragmático".
Sobre el aborto, por ejemplo, O’Connor fue el voto decisivo en una serie de fallos que permiten que los distintos estados legislen restricciones al aborto sin eliminarlo del todo.
La elección de Bush
El martes pasado, el presidente Bush designó a John G. Roberts como reemplazo a O’Connor. Se sabe que Roberts, como Bush, es republicano y conservador pero la gran incógnita es si, como magistrado de la Corte Suprema, él adoptaría una línea de derecha moderada (como O’Connor) o de derecha extrema (como los magistrados Antonin Scalia y Clarence Thomas).
Esta incógnita es de importancia trascendental por tres razones: porque Roberts podría estar en la Corte por 30 años o más, porque el control de la Corte Suprema en manos derechistas consolida su dominio de los tres brazos del Gobierno estadounidense y porque los fallos de la Corte Suprema impactan la vida diaria de los estadounidenses de manera directa.
Las controversias
Sobre temas como los derechos reproductivos de la mujer, los derechos individuales frente al poder del Estado, la separación entre Iglesia y Estado, la equidad racial, el matrimonio entre homosexuales, y el poder regulatorio del Estado, cada fallo de la Corte Suprema toca la vida cotidiana del pueblo estadounidense.
Y de todos estos temas controversiales, el aborto promete ser el tema más caliente en torno a la confirmación de Roberts.
Ante eso, los grupos de izquierda y derechos están examinando su hoja de vida con lupa para tratar de discernir cuál será su filosofía judicial en la Corte Suprema. Todos reconocen que Roberts, de solo 50 años, es un hombre brillante. Se graduó summa cum laude (con los más altos honores) de la Universidad de Harvard y pasó a la Escuela de Derecho de Harvard, donde se graduó primero en su clase. Ha tenido una carrera muy distinguida como abogado, llegando a ganar más de un millón de dólares por año como socio de un bufete prominente en Washington.
En 2003, el presidente Bush lo nombró juez de apelación en Washington, pero su breve estadía en ese tribunal no ha producido fallos que revelen mucho de su filosofía judicial.
Un caso que preocupa a los activistas de izquierda es Hamdan versus Rumsfeld, en que se falló recientemente que los detenidos en Guantánamo no tienen derecho pleno al debido proceso. Roberts fue uno de los jueces que firmó el fallo, pero no fue el juez ponente.
Ante todo esto, sorprende que Bush, como estrategia política, no haya aprovechado esta vacante en la Corte para nombrar a una mujer o a un hispano.
La misma O’Connor dijo a Associated Press que ella se siente "decepcionada, de cierto modo, que el porcentaje de mujeres en la Corte vaya a reducirse en un 50%". Si Roberts es confirmado, la Corte tendrá una sola mujer entre ocho hombres.
Relacionado: El proceso de confirmación de John Roberts

