A la 1:00 de la tarde del 9 de abril de 1948, dos hombres acechan la entrada del edificio Agustín Nieto, en el centro de Bogotá, Colombia. Allí están las oficinas del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Es un brillante abogado de origen humilde, cuya elocuente oratoria y denuncia de los poderosos enciende a las masas. Especializado en Roma en derecho penal, ha sido ministro de Educación, parlamentario y alcalde de Bogotá. Todo apunta a que será el próximo Presidente del país. Minutos más tarde, Gaitán baja las escaleras y sale a la calle.
Los dos hombres que han estado en la puerta lo ven salir y se hacen señas. Un segundo después, uno de ellos dispara un arma. El líder liberal cae al piso. La gente, horrorizada, lo ve. ¡Mataron a Gaitán!, grita alguien.
El rumor se convierte en un rugido de muchedumbres: ¡Mataron a Gaitán! La gente sale a la calle a buscar venganza. Un hombre al que identifican como el agresor, es detenido, pero la policía no puede contener a la turba. El hombre, Juan Roa Sierra, termina linchado a las puertas del palacio presidencial. ¡Mataron a Gaitán! El eco del grito incendia la ciudad. Incendia el país. Pasaron ya 60 años y el grito sigue resonando.
La fallida insurrección popular ocurrida a raíz de la muerte del caudillo liberal, conocida como "el bogotazo" es identificada por la mayoría de los historiadores como el hecho que marcó a Colombia en las últimas cinco décadas.
A raíz del asesinato de Gaitán, el país se sumergió en la violencia de sectores armados de los partidos Conservador y Liberal. Luego, al pactar la paz, las cúpulas partidistas, los militantes de base, sintiéndose traicionados, abrazaron las ideas comunistas en los años 60 de donde surgieron guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Lo peor de todo es que hoy nadie sabe, a ciencia cierta, quién ordenó el crimen.
ESCENARIO
En 1946, los liberales, luego de dos décadas de gobierno, habían sido derrotados en las urnas por el conservador Mariano Ospina Pérez.
La primera semana de abril de 1948 se celebraba en Bogotá la IX Conferencia Panamericana, que buscaba la condena del comunismo ruso por parte de América Latina. Paralelamente había en la ciudad un encuentro regional de estudiantes promovido por un joven y aún desconocido abogado cubano: Fidel Castro.
Castro le confesó hace 28 años a su ex compañero de revolución y hoy disidente, Carlos Franqui, su participación en "el bogotazo". Castro dice, en un libro de memorias de Franqui recientemente publicado, que era por aquella época "una mezcla de individuo quijotesco, soñador, con una gran sed de acción". Al estallar la revuelta, tomó las armas y se unió a los revoltosos. La aventura, según sus biógrafos, le habría inspirado, años después, la revolución cubana.
El filósofo e historiador Gonzalo Sánchez afirma que "lo que se enterró el 9 de abril fue una opción democrática que le ha significado 60 años de violencia de más" al país.
Bien lo dijo el propio Gaitán en su día, como una escalofriante profecía: "si me matan, las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel".

