José Raúl Mulino llegó al Palacio de las Garzas el 1 de julio de 2024 sin haber buscado la presidencia desde el inicio, pero con una hoja de ruta clara: gobernar con firmeza, reordenar el Estado y retomar el control político que, según sus aliados, Panamá había perdido. Un año después, el país sigue debatiendo si lo que ha impuesto es liderazgo… o una voluntad sin freno.
Mulino ganó la presidencia con el 34% de los votos, postulado por el partido Realizando Metas (RM), fundado por el expresidente Ricardo Martinelli, hoy asilado en Colombia para evadir su condena por el caso New Business. En la práctica, el presidente gobierna sin partido real, sin bancada oficialista consolidada en la Asamblea Nacional y sin un equipo político con raíces profundas. Lo hace con su carácter (áspero, frontal, decidido) como principal herramienta de poder.

Una agenda marcada por la reforma y la confrontación
Durante su primer año, Mulino ha centrado su administración en una causa que se ha convertido en campo minado: la reforma al sistema de pensiones. En noviembre de 2024, su gabinete en pleno, presentó un proyecto para modificar la Ley 51, que rige la Caja de Seguro Social (CSS). El Ejecutivo apostó por un proceso rápido y contundente, pero el camino fue espinoso. La Asamblea aprobó el proyecto en marzo de 2025 en medio de cuestionamientos de algunos diputados, sindicatos, organizaciones de educadores, entre otros.
El presidente no ayudó a calmar los ánimos. Por el contrario, en medio del debate lanzó frases que alimentaban la hoguera. “No voy a pagar rescate por el secuestro en que se encuentra esa ley”, dijo durante una conferencia, al referirse al estancamiento del proyecto. Poco antes, ya había atacado a la bancada independiente Vamos, a quienes tildó de “chiquillos” por votar contra la ratificación de Dino Mon, como director de la CSS. Frases así no son la excepción en su discurso; son parte del sello Mulino: un estilo directo, con poco tacto político, que apela más a la imposición que al diálogo.
El canal y la sombra de Trump
La política exterior tampoco ha sido tranquila. La llegada de Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025 coincidió con una narrativa inquietante: que Estados Unidos debería recuperar el Canal de Panamá, alegando que su operación está influencia por China en su operación. Desde entonces, el país ha recibido la visita de tres altos funcionarios del gabinete de Trump, incluyendo al secretario de Defensa, Pete Hegseth.

La visita de Hegseth en abril pasado terminó con la firma de un memorando de entendimiento en materia de seguridad que, según críticos, abre la puerta al regreso de presencia militar estadounidense en suelo panameño. También se firmó una declaración conjunta que Estados Unidos interpreta como garantía de acceso “preferencial” de sus buques militares al Canal. El gobierno panameño dice que se trata de “compensación por servicios”.

Las tensas relaciones con Estados Unidos, aliado histórico al que Panamá ha privilegiado, dejaron también un efecto colateral: el enfriamiento de los vínculos con China. En febrero pasado, durante la visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, el presidente José Raúl Mulino decidió pausar el memorándum de entendimiento conocido como “La Ruta de la Seda”, suscrito con China en 2017 bajo el gobierno de Juan Carlos Varela (2014–2019).
Huelgas, protestas y una estabilidad tensa
La reforma a la CSS y el acuerdo con Estados Unidos desataron protestas en distintos sectores: paro de educadores, bloqueos en Bocas del Toro por parte de trabajadores bananeros, y huelgas en la industria de la construcción lideradas por Suntracs. La tensión escaló cuando su secretario general, Saúl Méndez, pidió asilo en la embajada de Bolivia tras ser investigado por delitos graves como blanqueo de capitales y asociación ilícita.

Para el sociólogo Danilo Toro, el principal obstáculo del actual gobierno es la fragmentación política: “El Ejecutivo no tiene partido”, explica. “El gran problema es que hay un fraccionamiento enorme”. Eso, en su opinión, eso impide construir legitimidad y gobernabilidad: “Ganaste con un porcentaje que te da el triunfo legal, pero no la legitimidad política. Un tercio de los votos no te da estabilidad gubernamental”, recuerda.
El presidente José Raúl Mulino, al igual que otros que le han antecedido, enfrenta, según Toro, condiciones políticas nuevas que no había previsto. “Mulino apostó a tener un gobierno a su imagen y semejanza y no le está funcionando”, señala. “Esto le está ocurriendo al principio de su mandato, lo que obliga a enfrentar nuevas condiciones nunca pensadas por él”, añadió.
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Entre la fuerza y la soledad
Mulino ha encontrado respaldo en figuras de su entorno. El ministro de Asuntos del Canal, José Ramón Icaza, lo define como “un presidente con coraje, valentía y franqueza”, y asegura que su estilo rompe con la pasividad de administraciones anteriores. Al menos, eso fue lo que declaró recientemente a TVN.
El diputado de RM, Alaín Cedeño, lo ve como un necesario contraste frente a un país acostumbrado al titubeo gubernamental.

Pero el estilo también tiene costos. En temas clave como la minería, donde sectores sociales exigen una definición clara del gobierno, Mulino ha lanzado frases como esta: “¿Por qué cinco gatos que no pagan una planilla no quieren mina?”, minimizando la legitimidad del descontento ciudadano.
La frase fue percibida como un insulto por quienes, a finales de 2023, participaron en las masivas protestas contra la minería y el contrato-ley firmado entre el Estado y Minera Panamá. El estribillo no hizo más que reforzar la imagen de un presidente que responde con desdén ante la crítica.
Un segundo año cuesta arriba
Mulino inicia su segundo año de gobierno en un escenario caracterizado por una ciudadanía más demandante, una Asamblea Nacional fragmentada y un país atravesado por diversas tensiones. Entre los principales retos que enfrenta su administración están la reactivación económica, la definición del futuro de la infraestructura minera en Donoso, la gestión de las presiones internacionales y la atención a la crisis educativa.

