La mentira es a la cultura democrática lo que la traición es a la castrense. La gran diferencia es que con la mentira se traiciona a todo un país.
Esta semana hemos vivido el partido de tenis entre la Caja de Seguro Social y el Ministerio Público y, por alguna extraña razón, casi todo el mundo se decanta por la versión de los fiscales que habla de una cifra aterradora de posibles casos de muerte por envenenamiento con el tóxico dietilene glycol.
Hay 221 denuncias de personas que podrían haber muerto en esta trama de horror, de la que todavía no sabemos casi nada. Bueno, miento -esto es contagioso-: sabemos que el Ministro responsable está en su cargo, tranquilo; que el director de la Caja de Seguro está en su puesto, tranquilo; que nuestros políticos saldrán de vacaciones en estos días, tranquilos, y que la población ya no confía ni en su sombra... nada tranquila.
Pero las autoridades han aprendido de Washington que las mentiras, en las actuales y debilitadas democracias, no son tan graves como se suponía. Uno puede, por ejemplo, mentir sobre armas de destrucción masiva y provocar un conflicto de dimensiones brutales y luego financiar una comisión "independiente" que le dé ideas para salir del embrollo.
También tomaron lecciones de la vieja Europa, que dijo no saber nada de aviones secretos estadounidenses cargados de torturados y luego puso a trabajar a una comisión "independiente" para que confirmara que casi todos los gobiernos estaban al tanto.
Por tanto, nuestro Presidente podría hacer lo mismo: mentir primero y luego nombrar una "comisión independiente" que le eche la culpa a alguien más. ¿Les suena la estrategia?
Alguien sabio a quien conocí hace tiempo me enseñó que las mentiras tienen las piernas muy cortas... al final siempre se las agarra. Cuidado.
