Escalofrío, sí. Ese es probablemente el término que mejor describe la sensación que generó en México la historia de El Ponchis, el niñosicario del cartel del Pacífico Sur que decapitaba a sus víctimas, y tomaba videos mientras lo hacía, a cambio de una paga de entre 2 mil 500 y 3 mil dólares.
El Ponchis, de 14 años, jugaba con sus enemigos. Los torturaba. Hacía que se arrodillaran, les disparaba a la cabeza y luego se las cortaba. También les amputaba los genitales, según publicaciones de El Universal de México.
Pero aunque terrorífica, su historia no es ni remotamente única. Ni siquiera en México él es único. De hecho, cuando fue arrestado a comienzos de diciembre pasado, viajaba con su hermana, La Chabela, también menor de edad, quien, valiéndose de sus encantos, cual araña viuda negra, seducía y atrapaba a las próximas víctimas de su hermanito. Apenas hace unos meses, en febrero, la policía de Tabasco, al sureste mexicano, apresó a una niña de 13 años “entrenada para delinquir y matar”, según una publicación de la BBC.
Pero hay más. Pese a que las autoridades mexicanas no tienen estadísticas formales sobre la cantidad de niños sicarios contratados por el narcotráfico en la actualidad, organizaciones civiles de ese país –citadas en el mismo reportaje de la BBC– advierten que se trata de un fenómeno en pleno crecimiento y dan cuenta de unos 25 mil menores relacionados con el narco, el crimen organizado y otras bandas criminales, “involucrados en varios niveles, desde robos hasta asesinatos”, muchos, como El Ponchis, entrenados como sicarios.
En la acera de enfrente, la Red por los Derechos de la Infancia –en la que convergen varias ONG mexicanas vinculadas con los derechos de los niños– contabiliza al menos mil 200 menores de 18 años asesinados en medio de la espiral de violencia de los carteles de las drogas de ese país, solo en los últimos cuatro años.
En Colombia, el país considerado como pionero no solo en el tráfico internacional de cocaína, sino en muchos de los problemas derivados de ese violento negocio, el fenómeno de los niños sicarios tampoco es nuevo.
Investigaciones del diario El Tiempo refieren que en los últimos años han sido detenidos 546 menores asesinos, cuyas edades, incluso, son inferiores a los 14 años.
El Espectador, por su parte, publicó en marzo de este año que el reclutamiento de estos chiquillos no cesó con la caída de los grandes carteles de Cali y Medellín, sino que se trata de un problema actual.
De hecho, el tema fue abordado nuevamente a comienzos de año, luego de que la policía de Medellín siguió por meses y finalmente aprehendió a ocho niños sicarios de la banda La Agonía, afín al narco local alias Valenciano.
En entrevista con medios colombianos, el director de la Policía Metropolitana de Medellín, Luis Eduardo Martínez, declaró en aquella fecha que tenían referencia de, por lo menos, 30 menores reclutados por La Agonía.
Y el presidente de la ONG Corpades, Luis Quijano, iba más allá al indicar que 60% de las bandas de Medellín estaba conformado por menores entre 11 y 17 años. Inclusive, que en algunos casos se hablaba de niños de 8 años ligados a la delincuencia.

