Portobelo se viste de morado. Mañana a las 8:00 de la noche, el Cristo Negro volverá a recorrer, como cada año, las calles de este pueblo costero. Miles de peregrinos serán los encargados de pasear la imagen religiosa a ritmo de música y cánticos. Esta festividad congrega a personas de todos los rincones del país, y es un atractivo para muchos comerciantes.
La iglesia de San Felipe está rodeada de puestos que ofrecen un sinfín de artículos a los visitantes y peregrinos. “Esto se ha convertido en una feria; ya no es como antes”, afirmó Hilario Betegón, quien suele vender lotería en la Aduana. Desde la llegada de la carretera, el número de peregrinos ha aumentado y la devoción al Cristo Negro se ha extendido. Cada año son más las personas que recorren los caminos hasta llegar a Portobelo. Muchos de ellos vestidos de morado, ya que han hecho una manda.
Cuando se le pide un favor a la imagen que más devoción levanta en la costa atlántica del país, muchos también ofrecen algo a cambio. “Siempre se cumple lo que le pides al Cristo”, afirmó Virgilio Jiménez que cada año recorre varios kilómetros a pie. Y como él, otros cientos de personas que desde varios días antes llenan las carreteras o el legendario Camino de Cruces.
INCREMENTO
Este aumento de visitantes y peregrinos ha llevado a un incremento de los puestos que se establecen en las estrechas calles adyacentes al recinto religioso donde el Cristo Negro espera su procesión. Velas a un dólar, resguardos para pedir favores, rosarios con la imagen o estampitas con rezos especiales, son solo algunos de los productos que se pueden adquirir.
“Antes se llegaba en bote y el número de peregrinos era menor. Además se quedaban más días. Ahora llegan por unas horas y se van. Muchos saldrán del trabajo el martes, cogerán la carretera, vendrán a la procesión y se marcharán casi antes de que acabe”, señaló Hilario.
Y mientras se mantienen ancestrales tradiciones que se remontan a la llegada de la talla a Portobelo, en 1658, el comercio se ha adueñado de las calles. Kenia Jiménez tiene un pequeño puesto de velas y objetos religiosos en la entrada lateral de la iglesia.
Es una de las 15 tiendas permanentes que hay en el pueblo. “Cada semana hacemos una media de 150 a 200 dólares”, reconoce Kenia, pero añade que “durante la festividad podemos llegar a hacer unos mil dólares”. En unos pocos días aumenta el volumen de su negocio.
Solo para la fiesta del Cristo Negro se quintuplica el número de puestos en las calles. Muchos venden comida y bebida. “A diario podemos despachar unas 200 hamburguesas a un dólar 25 centavos y unas 600 sodas a un dólar”, señala Norma Alleyne que es la encargada de un puesto de comida en un lateral de la Aduana.
Esta proliferación de negocios empaña la salida del Cristo. Por eso “si alguien quiere vivir como era antes la procesión del Cristo, es mejor que venga el miércoles santo. Es más intima y más del pueblo. Ahora es una feria, y el paso sale de la iglesia llevado por los peregrinos, pero rodeado de puestos”, afirmó Virgilio Jiménez.
