Un sicario local dio su testimonio a condición de mantenerse en el anonimato. Asegura que "me pagaban por ‘pelar (matar)’ a las personas".
"Me reunía con ellos, me indicaban a quién querían ‘pelar’ y me daban un adelanto del pago en efectivo, referencias de dónde vivía y con quién se reunía, cómo vestía, en qué carro andaba y otras cosas", cuenta.
"Al próximo difunto", según dijo, lo seguía un par de días, buscando el momento en que estuviera solo. "Cuando eso ocurría, le pegaba un tiro en la cabeza o me lo llevaba y lo liquidaba en el monte, después de esposarlo", agregó el interlocutor. A veces, agregó, le pagaba menos a otro "chacal" (homicida), para que se "ensuciara" las manos él y no tener que ver nada en el asunto.
Señaló que lo que cobraba dependía de quién sería el asesinado. A veces era 200 ó 300 dólares por "alguien de abajo", de poca monta.
Otras, si el asesinado era "algún pesado" (personalidad grande), cobraba mucho más, también dependía de la cantidad de droga o dinero que se le quitara a la víctima.
"Me contrataban bandas de tumbadores de drogas, compuestas por ex agentes de la PTJ y ex policías, incluso, algunos de ellos activos, o delincuentes comunes", indicó.
Aseguró que para hacer el ‘trabajo’, los mismos "contratistas" le ponían un arma en la mano. "Por el momento me dedico a conducir un taxi, pero no estoy retirado del negocio de ‘pelar’ gente", recalcó.
VEA El negocio del asesinato a sueldo‘Mata sin miedo, que Dios perdona’