Llegar a Barrio Unido toma su tiempo. Para ser exactos, son cinco horas de camino.
Primero está la carretera de concreto con parches de asfalto (la Interamericana). Luego, desde la entrada de El Espino –en Capira– sigue una calle de asfalto. En algún punto hay que girar a la derecha y entonces empieza el camino de tierra recientemente abierto por las máquinas.
Pero ya en la escuela de Barrio Unido, los carros no tienen para donde ir y no queda más que caminar por una trocha.
Barrio Unido es una comunidad campesina de las montañas de Coclé, formada por 11 familias. Parecen pocos pero, cuando se cuentan los hijos, la población llega fácilmente a 100.
Acostumbrados a vivir de la tierra, por la trocha que lleva a sus hogares se ven sembradíos de yuca, maíz y arroz. También hay viveros de culantro, cientos de plantas de café en flor que perfuman el bosque entero, y un sinfín de novios y orquídeas que pintan el verde de anaranjados y rosas.
Por estos días, y a propósito de la visita del Patronato de Nutrición al área, los habitantes de Barrio Unido se han permitido tener un sueño. Otro más, mejor dicho.
Porque tal como cuenta Evangelio Reyes, “con las uñas rompimos el camino para que llegara hasta la escuela”, y la escuela no empezó sino hasta 2006, luego de que durante dos décadas los residentes del sitio no pararon de exigir un colegio primario para sus niños.
Pues bien, lo que ahora quieren las 11 familias de Barrio Unido es una granja. Una para sembrar plátano, café y mamón chino. Usarían una “parcelita” para culantro y otoe, otra para hortalizas, y quieren también criar pollos y peces.
“El grupo tiene 10 meses de haber empezado a organizarse”, cuenta Martín Morán, coordinador del Patronato en el área de Panamá oeste. “Este grupo se ha caracterizado por la constancia... Si produce todo esto sin mucho apoyo (hay guaba, chayote, naranja, pipa...), imagínense lo que pueden hacer con ayuda y tecnología”, recalca Morán.
La idea no es solo sembrar para que las familias se nutran mejor sino producir para vender, pero Barrio Unido tiene el inconveniente de estar lejos, tanto de Capira como de Penonomé.
Tan lejos están –se hace lejos, más bien, por la falta de camino– que son pocas las mujeres que han parido en un centro médico. Si se les pregunta, todas dicen lo mismo: “Aquí nos atiende el partero Martín Sánchez”.
Los jóvenes que ya están en secundaria deben vérselas para obtener cupo, y cruzar a diario un puente colgante que en cualquier momento se descuelga.
Muchos de los productos, dice un residente, se pierden porque no tienen manera de sacarlos al mercado.
De todas formas –o tal vez por esto mismo– las 11 familias están optimistas con la ayuda que vayan a recibir con la granja.
Ya han empezado a trabajar la tierra –irregular y, por ello, están usando el método de las terrazas– y a plantar lo que saben.
Como dice Concepción Martínez, presidente de la Granja de Barrio Unido: “Nosotros pensamos seguir luchando”.

